Por Félix Cortés Camarillo
“Se reserva el derecho de admisión” es un oxímoron que admite al mismo tiempo el sí y la negación y que es aplicado en lugares públicos para impedir el acceso a los que no alcanzan la estatura de nuestra clase. Es el equivalente a “todos somos iguales pero hay unos más iguales que otros”. Su más popular imagen es la de los cadeneros a la entrada de las discos de mi juventud.
Ayer se conmemoró el año 108 de la Constitución mexicana, que establece que el poder en nuestro país se reparte en tres entidades, el Ejecutivo, el Legislativo, y el Judicial. La señora Presidente, por su autoridad, decidió no invitar a la fiesta al poder Judicial, excepto tres fieles e incondicionales ministras nombradas por su mentor López Obrador, eso sí, en primera fila. Los gritos incesantes de la porra que maneja Jesús Ramírez Cuevas, coordinador de sus asesores, con su “presidenta, presidenta” arroparon el estropicio.
Para todo hay límites y hay fronteras. Todos los países admiten que sus cotas máximas las enuncia su Carta Magna, que así suele llamar a su Constitución.
O, adicionalmente, los tratados internacionales. Ayer andaba sobrevolando el Golfo de Cortés un avión espía norteamericano; dícese que cuidadoso de no pasar la raya que separa las aguas internacionales de las de nuestra soberanía, que ahora está de moda. Me dicen que un portaaviones norteamericano de la serie Nimitz (90 aviones a bordo), de los más grandes del mundo, anda merodeando por el rumbo. La secretaría de Marina afirma que ese y otro barco grandote andan por allá. Dentro de límites. Just in case, diría Trump.
El orate de la Casa Blanca no solamente quiere hacerse del Canal de Panamá, que Marco Rubio ya fue a supervisar. En el Medio Oriente, con Netanyaju al lado, ahora Donald Trump decidió quedarse con la franja de Gaza para convertirla en la Riviera de aquella zona. Para ello, habrá que expulsar a lo que queda de los palestinos. Dice Trump que a Egipto y Jordania para que queden puros blanquitos. De ahí en adelante, posesión de los Estados Unidos. No hay límites, carajo.
Aún hay más: desde que la base militar de los Estados Unidos en Guantánamo, Cuba, fue convertida en prisión dura para encarcelar sin proceso legal alguno a todo sospechoso de terrorismo a partir del atentado a las Torres Gemelas, el tema fue no sólo extraterritorial, sino ilegal, porque la cárcel está ajena a las leyes de Estados Unidos. Así sigue. Pues ahora, Guantánamo será la cárcel de los inmigrantes ilegales que el señor Trump decida. ¿Cuál frontera? Afortunadamente, el canciller mexicano ha dicho que no irán mexicanos a Guantánamo. Veremos.
Pero eso no es todo. El presidente de El Salvador, Bukele, ha ofrecido al secretario de Estado de USA, Marco Rubio que le visitaba, su enorme y ruda cárcel -tiene capacidad para 40 mil y sólo 15 mil inquilinos- para todos los ilegales que Estados Unidos quiera expulsar. Incluyendo, dijo sin tener idea del derecho americano, ciudadanos de los Estados Unidos. Bukele ha mostrado una mano durísima frente a la delincuencia de su país, especialmente en el trato duro en la cárcel. Claro, su oferta es a cambio de una cuota por pescuezo. Digamos un hotel Lecumberri.
Lo que hay que ver.
En mi querido pueblo se usa un término coloquial cuando los excesos de un poderoso rebasan cierto límite: Tantéate, Mele. Significa obviamente, que Melesio se dé cuenta de que está meando fuera de la bacinica.
PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Desde la muy máxima tribuna de la República, la celebración del 108 aniversario de la Constitución mexicana, el pastor del Senado de la República, Gerardo Fernández Noroña, al saludar al presídium, se reventó un elogio especial al gobernador de Sinaloa, Rocha Moya. Algo le ha de deber Fernández Noroña, entre otros, al narco.