Veo de reojo a un hombre bajando por el elevador del hotel Santa Clara. Viste un gran saco gris, una camisa azul, lleva tenis y el lente derecho polarizado de sus anteojos. Estoy terminando una entrevista, pero lo alcanzo a ver… ¡Es Salman Rushdie!, quien a paso lento se pierde en la alberca del lujoso hotel que hace muchos años fue un convento y por donde pasan cuatro monjes quemando incienso bajo algunos cantos religiosos e hipnóticos.
Pienso que he perdido la oportunidad de acercarme a Rushdie; el autor solicitó al Hay Festival Cartagena de Indias no dar entrevistas, solo la charla y una conferencia de prensa.
Intento ir tras él, pero la seguridad no me deja pasar más allá del restaurante. Pero, en un momento, comienzan a llegar escritores; me uno a la comitiva, subimos a una terraza de donde se puede ver el mar caribe, el mástil de un barco abandonado y hasta la casa que perteneció a Pablo Escobar Gaviria, según me cuentan más tarde. El océano luce embravecido mientras la brisa refresca; es Cartagena de Indias.
Entonces, distingo a Cristina Rivera Garza, Leila Guerrero, Cristina Fuentes La Roche y aparece el invitado especial: Rushdie, quien de inmediato es acogido con abrazos y sonrisas, y él corresponde.
Salman Rushdie visita Latinoamérica a casi tres años de un atentado
Es la primera visita del autor a Latinoamérica tras el artero ataque que sufrió en Nueva York en agosto del 2022. Incluso, se anunció hace unos días que el escritor tendrá que enfrentar en algunas semanas a su agresor en un juicio; publica MILENIO.
En su libro Cuchillo, Salman Rushdie (Mumbai, 77 años) relata el ataque y su recuperación y dice estar cansado de que se hable más de la famosa condena de muerte que ordenara el ayatolá Ruhollah Khomeini.
“Lo más fastidioso del atentado es que me he convertido una vez más en alguien que yo me había esforzado mucho en no ser. Durante más de treinta años me he negado a ser definido por la fetua y he insistido en que se me considere por los libros que he escrito, cinco antes de la fetua y dieciséis después de ella. Casi lo había conseguido. Cuando se publicaron los últimos libros, la gente dejó de preguntarme por los ataques contra Los versos satánicos y su autor. Y heme aquí ahora, arrastrado por la fuerza a ese tema indeseado. Ahora creo que nunca podré librarme de eso. Con independencia de lo que ya he escrito o pueda escribir en adelante, siempre seré el tipo al que apuñalaron. El cuchillo me define. Pelearé contra ello, pero mucho me temo que seré derrotado”.
Salman Rushdie está frente a mí, sonriente, un vaso con agua en la mano y después de que un día su mundo explotó cambiándolo todo.
Su rostro muestra las cicatrices del ataque; son cruces, rayas, una de ellas atravesó su ojo y lo perdió; su boca también muestra daño, una puñalada entró por el cuello y cortó un nervio. Sin embargo, él está contento, no se inmuta, dice estar perfectamente bien; saluda a viejos amigos como Colm Tóibìn o el novelista Juan Gabriel Vázquez, entre otros que se acercan a arroparlo.
No veo un dispositivo de seguridad especial a su alrededor, pese a que me dijeron que venía custodiado. Tal vez lo hacen demasiado bien y no se ven, como dijo el escritor, quien se siente muy a gusto en Cartagena y sobre todo confiado de que nada le pasará.
Salman Rushdie quiere conocer a su atacante
Entonces, se acerca una mujer para que Salman Rushdie le firme un viejo ejemplar de Los versos satánicos, por el que recibió amenazas de muerte; sin embargo, Rushdie reveló que su atacante a quien llama “A” solo leyó un par de páginas del libro. Así de absurdo fue el intento de asesinato.
“En algún momento quise conocer a mi atacante, tenerlo de frente. Fui a la prisión, pero empecé a pensar que sí lo conocía; realmente no sé si va a aprender algo interesante. Yo dudo que él vaya a abrir su corazón hacia mí, contarme sus secretos”, dijo Salman Rushdie en su charla en Cartagena de Indias.
«¿Usted es Wolverine, maestro?»
Entonces, el escritor se queda solo por un momento; es como si el tiempo se pausara.
“¿Usted es Wolverine, maestro?”, mi pregunta lo toma por sorpresa.
“¿Cómo? «Ah, lo que le dije a mi hijo Milan… le puedo decir que yo, como Wolverine, me regenero, me recupero”, dice el autor con una sonrisa de por medio.
En Cuchillo, Milan, su hijo, le dice: «Basta una cuchillada para matar a alguien». A ti te apuñalaron quince veces y aún estás vivo».
Wolverine es casi inmortal y tiene la capacidad de sanar todas sus heridas; Rushdie también superó toda adversidad y él mismo se compara con el X-Men.
“Son igualitos, pero sin las garras”, le explica Milan a su padre en el libro entre risas.
Vuelvo a preguntar: “Su libro es trágico, amoroso, pero con mucho humor”.
Me mira y el autor responde: “Pienso que hay que reírnos y cuando lo hacemos juntos es mejor. Yo quería que fuera así, para que el lector se sienta cerca de mí y de todo lo que me pasó”.
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Cuchillo, el nuevo libro de Salman Rushdie
Cuchillo se estructuró como un triángulo: En una esquina está Salma Rushdie, en la segunda la muerte, el asesino y en el tercer punto la belleza y la risa.
“Es eso, es una historia sobre la belleza que está enfrentando a la muerte”, comentó el autor en una charla en un auditorio repleto de público donde se celebraron los 20 años del Hay Festival Cartagena de Indias.
Además, el escritor confesó que escribir Cuchillo fue más como el jazz, porque en una sinfónica todo está planeado, la estructura ha sido planificada. Y en el jazz no es así y como escritor he cambiado: antes planeaba todo, pero ahora veo la escritura como un proceso de descubrimiento, más de jazz”.
“¿Y qué descubrió Salman Rushdie de todo esto?”, le preguntó más tarde al novelista Juan Gabriel Vázquez.
“Que soy más fuerte de lo que pensaba. Si me hubieras dicho con antelación: ‘Esto te va a suceder, ¿y cómo crees que vas a lidiar con eso?’. Yo no hubiera apostado que me iba a ir muy bien, pero me fue bien y todo el tema de la recuperación y quien se encargó de todo en estos momentos difíciles fue mi esposa, quien me dio mucha fortaleza e hizo que las cosas fueran más fáciles para mí, para poder luchar”.
No suelto al escritor durante la reunión en la que me lo he encontrado, pero alguien lo jala del brazo, aunque lo interrumpo: “Su libro es desgarrador, pero amoroso”
“Pienso que es divertido y triste. Es una buena combinación, por eso digo: ‘Vive’ porque es una presentación de la vida contra la muerte, ¿sabes?, la vida es mejor que la muerte”.
Y me da la oportunidad de decirle: “¿Considera que esto que sucedió es una segunda oportunidad en su vida?”
“Sí. Eso es lo que digo en el libro, no creo en milagros, pero aparentemente lo soy (risas). Solo pienso que soy una persona afortunada; estoy aquí, me siento tranquilo y estoy vivo”.
Semanas antes del atentado, Salman Rushdie pasaba los mejores momentos con su esposa Elisa y revela en Cuchillo que nunca esperó el ataque y que el libro es como un antídoto para el odio, hecho desde el amor.
Al final, le pregunto: ¿Cuándo visitará México?
“He estado muchas veces en México, me gusta mucho, pero no recientemente, así que tengo que ir pronto, lo prometo”.
El escritor sonríe y se aleja; no lo dejo ir, subo al elevador con él y el escritor Juan Gabriel Vázquez.
—¿Le gusta Cartagena? —le dijo.
“Sí, he estado algunas veces, vengo porque conozco a la gente que me invitó y me gusta mucho”. Quiero preguntarle tantas cosas, pero él me mira extrañado; ya van tarde al evento y se despide.
Lo veré después en una conferencia de prensa a la que el escritor llega con camisa floreada y sin calcetines; donde hablará de todo y donde asegura que él quiso responder con arte, convertir una historia de asesinato en una de amor y resistencia.
Me voy de Cartagena pensando que Salman Rushdie, después del atentado y el caos, hoy disfruta su vida más que nunca y se ha vuelto más fuerte, porque el amor y las ganas de sobrevivir, por esta vez, vencieron a la muerte.
Imagen portada: MILENIO