Noticias en Monterrey

Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Las funciones del lenguaje: el mundo real

Por Guillermo Levine

Las palabras nos pertenecen y somos capaces de movernos a nuestras anchas con y por ellas para, entre otras cosas, re-crear la realidad compartida.

Aunque muchos animales sí disponen de medios prefijados de comunicación, el lenguaje no acotado a necesidades específicas —es decir, libre— constituye nuestra primordial diferencia con respecto a los demás seres vivos, y esa peculiaridad nos permite considerarnos parte del mundo pero sin serlo, dotándonos por tanto de conciencia reflexiva. En términos filosóficos se habla del ser-en-sí y del ser-para-sí sartreanos, peliagudos asuntos con los cuales uno podría entretenerse durante casi demasiadas horas. Como aquí no tenemos esa oportunidad, a cambio nos dedicaremos a analizar las diversas funciones de nuestro principal medio de re-creación de la realidad compartida.

Por supuesto, estamos ante un asunto complejo, difícil de comprender mediante cálculos simplistas o esquemáticos; además, las diversas posibilidades discursivas del lenguaje, desde las básicas o primitivas hasta las altamente elaboradas y creativas resultan no ser mutuamente excluyentes, y la mayor parte de las veces se emplean y mezclan sin preocuparnos demasiado.

Debo, por supuesto, hacer una cándida advertencia: esta no es una tesis formal sobre el lenguaje, ni soy ningún experto en la materia, pero uno podría considerarse más o menos calificado por la sencilla razón de que las palabras nos pertenecen y somos capaces de movernos a nuestras anchas con y por ellas, en forma similar a cualquier hablante del idioma.

El primero de los niveles comunicativos enuncia aspectos puntuales o específicos de la realidad que nos rodea (“el mundo”). Así de fácil. Realmente no es tanto lo que se pueda decir de novedoso sobre esto, pues todos, absolutamente todos, lo hacemos todo el tiempo —tanto interna como externamente— bastante bien y con total soltura. Intentaremos, sin embargo, analizarlo desde una perspectiva “humana” y más intuitiva que técnica.

Enunciar significa “articular”; es decir, armar pequeños discursos independientes, formados por cadenas de palabras compatibles entre sí, tanto en un sentido sintáctico (de orden y función) como semántico (de significados). Para ello usamos un mecanismo increíblemente complejo, creado y afinado durante los primeros cinco o seis años de vida, y que de hecho nunca terminamos de perfeccionar. Determinar cómo funciona queda fuera de nuestros propósitos, y eso no deja de ser una suerte, porque es un problema no resuelto del todo y sobre el cual existen diversas hipótesis, que van desde que se trata de un largo proceso de aprendizaje con técnicas de ensayo-error, hasta conjeturas sobre intrincados esquemas diseñados por la evolución con este fin. Aquí reside el origen de la inacabable serie de descripciones mentales —armadas con palabras, claro— que continuamente elaboramos acerca de los objetos del mundo, lo cual me incluye a mí y a los otros: esos que son como yo pero no son yo.

Tampoco es muy difícil detectar la base estructural sobre la cual opera el primer camino: el enunciado, frase u oración. Esta es la mínima unidad comunicativa; es decir, la menor cadena de palabras que indica algo sobre el mundo y lo distingue de entre los demás componentes de la realidad inmediata. Así, la palabra “lápiz” no es propiamente un enunciado, porque no indica algún lápiz en particular, pero “el lápiz azul” sí lo es. Obviamente, existen muchísimas situaciones concretas en las que hay más de un lápiz, lo cual a su vez requeriría precisar el enunciado, añadiéndole más elementos y enriqueciendo su estructura.

A veces también sucede que el enunciado requiere una sola palabra, porque basta para indicar algo concreto, completo y entendible. Un ejemplo sería la expresión ¡Cuidado!, aunque casi siempre las frases están compuestas de un sujeto y un predicado, y es cuando se conocen como oraciones, porque el predicado incluye un verbo.

Otra característica fundamental de la oración es que siempre se pronuncia entre pausas orales, creando así el primer componente rítmico, porque se expresa con una entonación que no requiere mayores cambios: se dice básicamente de una sola vez. Esto implica, claro, que las oraciones simples son… simples; es decir, requieren pocas palabras.

Pero cuando aquello que se indica o enuncia es no trivial y necesita por tanto más elementos surge entonces una forma de “crecimiento” natural de las oraciones, configurando estructuras que serán los macro componentes de todo discurso, y que en el lenguaje escrito se acomodan en párrafos. En términos filosóficos, una descripción sigue o remeda a un “fragmento de mundo”, fundamentalmente colocando palabras u oraciones en orden secuencial, y todos lo sabemos hacer sin siquiera dudarlo.

Existen múltiples formas de organización de las oraciones, que van desde las muy simples (el acomodo secuencial) hasta las elaboradas y complejas (autorreferenciales, colocadas en diferentes niveles, y más), y también es muy común subordinar unas oraciones a otras, impartiendo un orden de prioridad en donde la principal contiene otras que, a su vez, pueden repetir este esquema. Toda esta construcción multinivel se verá forzosamente reflejada, naturalmente, en la forma de decirlas o leerlas (y luego, de escribirlas).

Como ejemplos de complejidad creciente van algunas definiciones tomadas del diccionario:

“Casa: Vivienda, lugar en que habita una persona o familia”.

“Moneda: Pieza de metal acuñada que sirve de medida común para el precio de las cosas”.

Pero pronto el asunto se comienza a complicar, como en estas definiciones de una ciudad, cada una un poco más elaborada que la anterior:

“Ciudad: Núcleo urbano de población generalmente densa.

“Más que sus muros o la cifra de su población, el carácter más evidente de una ciudad es el modo en que concentra sus actividades sobre la superficie más limitada posible, amontonando los hombres.

“La ciudad es un núcleo de población, raíz de asentamientos humanos diversificados en sus distintos componentes, en el que se dan con especial intensidad las relaciones entre los individuos y los grupos sociales constituidos por estos. Tiene, pues, un aspecto físico visible sobre el territorio que ocupa, y por ello se presenta como conjunto de construcciones u obras edificadas por el hombre para su bienestar y progreso, con aprovechamiento de las condiciones naturales de su asiento”.

[Enciclopedia Salvat.]

Aquí hay otra más, del filósofo español Ortega y Gasset, y un tanto menos “física”:

“La ciudad es un ensayo de secesión que hace el hombre para vivir fuera y frente al cosmos, tomando de él porciones selectas y acotadas”.

Pero una descripción puede también ser mucho más sutil, y no solo incluir elementos que se captan a primera vista:

“En Cloe, gran ciudad, las personas que pasan por las calles no se conocen. Al verse imaginan mil cosas una de la otra, los encuentros que podrían ocurrir entre ellas, las conversaciones, las sorpresas, las caricias, los mordiscos. Pero nadie saluda a nadie, las miradas se cruzan un segundo y después huyen, buscan otras miradas, no se detienen”.

[Italo Calvino, fragmento de “Las ciudades y los cambios. 2.”, en Las ciudades invisibles.]

Otra de las funciones, un poco más complicada, del lenguaje consiste en describir acciones: situaciones que no solo ocupan un espacio, sino que transcurren en el tiempo. A diferencia del nivel puramente descriptivo, la narración debe considerar el orden de los acontecimientos y no enredar (al menos no accidentalmente) causas y efectos, so pena de confundir a quien escucha o lee, impidiéndole comprender ese fragmento dinámico del mundo que se intenta transmitir.

Una narración, entonces, será a la descripción lo que la película es respecto a una fotografía, y esto implica mayores cuidados en la construcción del relato, porque casi nunca la estructura forzosamente lineal del discurso o del texto corresponde o se acopla bien con la estructura multidimensional, concurrente o hasta caótica del mundo.

Lo más cómodo, sin embargo, es narrar algo en forma puramente ordenada, y desde un único punto de vista:

“No conforme con esto, dispuso que sus soldados bajaran a los santos de las hornacinas y les cortaran las cabezas. Y ordenó después que se fusilara a un burro que vestía levita y sombrero de copa, a un mono vestido de monacillo y a un perro con polainas y kepí, por considerarlos representantes simbólicos del clero y de la aristocracia. Por último, él y sus sardos se dedicaron al saqueo y se embriagaron”.

[Fernando del Paso, José Trigo (1966), p. 102.]

Debido a la participación de la perspectiva temporal, también pueden existir diversos puntos de vista en forma casi simultánea, mediante líneas expresivas o descriptivas a cargo de uno o varios narradores. En la expresión oral esto es difícil de lograr si hay una sola voz, pero en el texto escrito resulta relativamente sencillo, diferenciando de alguna forma (con un guion, con comillas, o mediante un nombre) el turno de cada narrador o participante:

“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era algo caótico y vacío, y tinieblas cubrían la superficie del abismo, mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas.

“Dijo Dios: ‘Haya luz’, y hubo luz”.

[Génesis 1]

Igual puede hacerse una narración desde más de un punto de vista e identificar a los narradores por separado:

“–Ya que no hay posesiones, no hay herencias. Cuando el hombre madura a los cien años, está listo a enfrentarse consigo mismo y con su soledad. Ya ha engendrado un hijo.

“–¿Un hijo? –pregunté.

“–Sí. Uno solo. No conviene fomentar el género humano”.

[Jorge Luis Borges, fragmento de “Utopía de un hombre que está cansado”, en El libro de arena, 1975.]

Y para “empalmar” algo complejo en una forma secuencial, el lenguaje cuenta con una buena cantidad de recursos y trucos, aunque normalmente solo se emplean en los trabajos literarios. El cómo puede ser implícito, según indican estos dos ejemplos:

“[…] esa Revolución, ésa que se fue se fue (una mañanita blanca, blanca en los rieles del tren se fue camino del Norte se fue para no volver): esa Revolución, se hizo en tren.

“Él te lo dirá.

“Y tú, cuando escuches el silbato de un tren, lo recordarás”. [Fernando del Paso, José Trigo, p. 233.]

“Me moriré en París con aguacero,

“un día del cual tengo ya el recuerdo…”. [César Vallejo, inicio del poema Piedra negra sobre una piedra blanca.]

También, como en la mayoría de las novelas, la secuencia múltiple suele lograrse por medios explícitos, mediante un narrador que define el orden y nos guía y acompaña en la lectura. Sin embargo, la mayor parte de los usos del lenguaje se refieren al mundo de la realidad, aquel poblado por nuestra conciencia, y a su interacción con los otros; es decir, el mundo de lo contingente, sujeto al devenir y a las leyes naturales. Estamos hablando de lo práctico, lo utilitario, lo que logra algún fin.

Las narraciones juegan un papel fundamental y definitivo en la elaboración del mundo cotidiano pues, como dice esta frase de Iván Moreno, académico de la Universidad de Guadalajara: “En una era de volatilidad, incertidumbre y desinformación, la capacidad de construir y difundir relatos convincentes se ha convertido en una herramienta de poder sin precedentes… Somos, más bien, criaturas narrativas que se aferran a historias que den sentido y dirección… La universidad no solo debe enseñar a razonar, sino también a narrar”.

Así, la mayor parte de los usos del lenguaje se refiere al mundo de la realidad, aquel poblado por el “ser-para-sí” mencionado arriba, y a su interacción con los otros; es decir, el mundo de lo contingente, sujeto al devenir y a las leyes naturales. Algo de esto también lo tratamos en una entrega anterior.

Pero —por fortuna— eso no es lo único que hay.

También, como dice el poeta Paul Éluard, existen otros mundos… aunque estén en este; y es aquí donde el lenguaje actúa como constructor de otras realidades, que ya no tienen por qué estar atadas a lo conocido y a lo experimentado. No; ya podemos comenzar a ejercer la libertad en alas del lenguaje, para (re)crear y recrearnos.

¿Y qué mejor forma de desplegar la libertad que liberarse de las ataduras de éste mediante la creación de otros mundos?

“Y cuando regó por última vez la flor y se dispuso a ponerla al abrigo del fanal, sintió ganas de llorar.

“—Adiós —le dijo a la flor.

“Ésta no respondió.

“—Adiós —repitió el principito.

“La flor tosió, pero no porque estuviera acatarrada.

“—He sido una tonta —le dijo al fin la flor—. Perdóname. Que seas feliz”. [Antoine de Saint-Exupéry, El principito (1940), p. 30.]

O como ilustran estas definiciones, que todos reconocemos, aunque no describan lo que es, sino lo que bien podría ser:

“Salta de vez en cuando, solo para comprobar su radical estático. El salto tiene algo de latido: viéndolo bien, el sapo es todo corazón. […]

“En su actitud de esfinge hay una secreta proposición de canje, y la fealdad del sapo aparece ante nosotros con una abrumadora cualidad de espejo”.

“Más que pollo, polluelo gigantesco entre pañales. El mejor ejemplo sin duda para la falda más corta y el escote más bajo. Aunque siempre está a medio vestir, el avestruz prodiga sus harapos a toda gala superflua, y ha pasado de moda solo en apariencia”.

“Quienes han encontrado un oso en el bosque saben que al vernos se pone inmediatamente de pie, con ademán de reconocimiento y saludo. (El resto de la entrevista depende exclusivamente de nosotros.) Si se trata de mujeres, nada hay que temer, ya que el oso tiene por ellas un respeto ancestral que delata claramente su condición de hombre primitivo. Por más adultos y atléticos que sean, conservan algo de bebé: ninguna mujer se negaría a dar a luz un osito. En todo caso, las doncellas siempre tienen uno en su alcoba, de peluche, como un feliz augurio de maternidad”.

“Jubilado por la naturaleza y a falta de pantano a su medida, el hipopótamo se sumerge en el hastío”. [Juan José Arreola, fragmentos de Bestiario (1959)]

Se nos termina el espacio, y en la siguiente entrega trataremos de dejarnos llevar por las funciones superiores del lenguaje: aquellas que nos permiten ir más allá…

Imagen portada: Especial

Fuente:

// Con información de Milenio

Vía / Autor:

// Staff

Etiquetas:

Compartir:

Autor: lostubos
Ver Más