Por Carlos Illades
Las editoriales independientes airearon la cultura, las ciencias sociales y el pensamiento crítico mexicano. ERA (1960), Joaquín Mortiz (1962), Siglo XXI (1965) y Nuestro Tiempo (1966) popularizaron la nueva narrativa y la crónica, el psicoanálisis, el estructuralismo y el marxismo crítico.
Neus Espresate Xirau (1934-2017) emigró a México en 1946, creó y dirigió Ediciones ERA por casi medio siglo (1960-2009) con la estrecha colaboración de Vicente Rojo, José Azorín y sus hermanos Jordi y Quico (de allí el acrónimo ERA). Espresate recuerda que, “la adquisición de cuatro nuevas máquinas llevó a instalar la imprenta [Madero] en el número 1358 de Aniceto Ortega, en la colonia Del Valle. Fue allí que Rojo pensó en aprovechar los tiempos ‘muertos’ de esos aparatos para producir unos cuantos libros. Se lo planteó a sus amigos, José Azorín y los hermanos Jordi y Francisco Espresate, hijos de don Tomás [propietario de la imprenta], quienes hablaron con éste al respecto. Él propuso que mejor pensaran en asociarse para formar una editorial, sumaran a Neus Espresate en el proyecto y cada uno de ellos aportara poco a poco un capital para darle solidez”.
José Carlos Reyes hace un minucioso recuento de las publicaciones realizadas por la casa editora durante sus primeras tres décadas en Una historia de Ediciones ERA (UAM, 2024) al tomar como fuente de análisis su catálogo. La batalla de Cuba (1960), de Fernando Benítez, inició esa saga. El volumen reportó que el objetivo de los revolucionarios isleños era desterrar la dominación estadounidense y no implantar el comunismo. No obstante, el imperio del norte desperdició la ocasión de enmendar en Cuba el error cometido con la Guatemala de Jacobo Árbenz, obstinándose en derrotar a la Revolución cubana. Hacia 1989, ERA sumaba 552 títulos y seis colecciones. siendo la Serie Popular y el Hombre y su Tiempo las de mayor actividad y las que otorgaron más espacio a las ciencias sociales y al marxismo contemporáneo. Por su parte, la colección Ancho Mundo, que publicó 36 títulos entre 1960 y 1973, dio cabida a la reflexión de la Nueva Izquierda sobre los acontecimientos mundiales y los procesos revolucionarios en curso “temas que en México no se tocaban”, dice Espresate. Los setenta fueron los años de mayor actividad editorial al añadir 227 nuevos títulos, ello sin demérito de las reimpresiones que fueron constantes por tratarse en ocasiones de longsellers. Al lado de Gabriel García Márquez, José Revueltas, José Lezama Lima, Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska, Sergio Pitol y Carlos Monsiváis circularon los manuscritos de Antonio Gramsci, Isaac Deutscher, Ernst Mandel, Louis Althusser, Karl Korsch, Paul Mattick, István Mézaros, Charles Wright Mills, André Gunder Frank, Adolfo Sánchez Vázquez, Bolívar Echeverría, Adolfo Gilly, Roger Bartra y Ruy Mauro Marini.
En 1965 salió de las prensas La democracia en México, de Pablo González Casanova. El título más completo sobre la materia hasta ese momento no fue aceptado para publicación por el FCE por su mirada crítica de la situación del país que, en palabras del sociólogo mexicano, no era más que “reconocer nuestra realidad, acabar con los fantasmas que nos asustan, con las simulaciones, con la retórica y propaganda que nos enajenan, con la falsa idea de que la mejor manera de amar a México es ocultar sus problemas”. Esto requería alejarse de los enfoques metropolitanos y emplear desde una perspectiva científica “categorías propias de los países subdesarrollados”. La democracia en México develó los circuitos de un Estado autoritario, con una sociedad tremendamente injusta y desigual, que tuvo en su haber un crecimiento económico alto y sostenido y conservó cierta autonomía con respecto del imperialismo estadounidense. Los nudos residían en la pésima distribución del ingreso y de los bienes culturales, en una educación que no llegaba a los segmentos más pobres de la población, además de un déficit en la organización, participación y democratización de la sociedad política. Los marginados del desarrollo económico (indígenas, campesinos y pobres urbanos) eran quienes menos participaban en la sociedad política y en ellos se cebaba colonialismo interno: a ingreso y capital cultural más precarios, presencia más discreta en la vida pública, en tanto que los usufructuarios de la modernización y del crecimiento económico colonizaban el Estado y llevaban mano en la toma de decisiones. Para 2013 el volumen contaba con 25 reimpresiones, habiendo transitado por tres diferentes colecciones.
Historia del capitalismo en México. Los orígenes, 1521-1763 (1973), de Enrique Semo, fue un éxito editorial con alrededor de 100 mil ejemplares impresos. El volumen constituyó un material de lectura para los educadores, lo cual extendió su influencia a varias generaciones de jóvenes. Semo procuró evitar ambigüedades reduciendo los fenómenos históricos a “categorías con un sentido definido estricto y para ello —decía— no tenemos más remedio que recurrir a la abstracción”. El planteamiento básico del volumen consistía en demostrar la naturaleza preindustrial de la economía mexicana previa al Porfiriato, de allí la pertinencia de remontarse a la Colonia para situar en perspectiva las transformaciones de la sociedad nativa producto del dominio español, así como las transformaciones provocadas por la incorporación de la economía novohispana al mercado mundial.
La trilogía de Arnaldo Córdova sobre el régimen de la Revolución mexicana (La formación del poder político en México, 1972; La ideología de la Revolución mexicana, 1973; La política de masas del cardenismo, 1974) fue el aporte sustantivo de los setenta al entendimiento del sistema político. Para Córdova, el Estado posrevolucionario —producto de una revolución política aunque no de una revolución social, que puso término al Estado oligárquico decimonónico dando lugar al Estado de masas— consiguió resolver el nudo político fundamental del Porfiriato, a saber, la sucesión presidencial, en la que el gobernante en turno concentraba un inmenso poder. De hecho, el politólogo mexicano invertía la premisa marxista con respecto a la determinación de la base económico-social sobre las superestructuras políticas, destacando la función del Estado dentro de una economía atrasada y dependiente, de manera tal que éste “se convierte a partir de un cierto momento en el principal promotor, si no es que el único, del desarrollo social, debido, sobre todo, a la enorme dispersión de los factores productivos y la debilidad de las relaciones económicas modernas”. No le cabía duda de que las masas populares fueron derrotadas en el proceso revolucionario y quedaron subordinadas al régimen bajo formas corporativas, en un “colaboracionismo de clases” que significó populista.
ERA también dio espacio a la publicación de una revista teórico-política en una época en que las izquierdas latinoamericanas, muchas con presencia en México a instancias de los exilios, pensaban más allá de sus fronteras nacionales. Cuadernos Políticos (1974-1990) publicó 60 números en 16 años de circulación. La revista buscaba hacer una reflexión rigurosa, no “para la contemplación científica”, sino con miras a la acción política. La editora (Neus Espresate) y el núcleo intelectual (Bolívar Echeverría, Carlos Pereyra, Ruy Mauro Marini, Arnaldo Córdova, Rolando Cordera y Adolfo Sánchez Rebolledo) que la animaban estaban ciertos del posicionamiento del marxismo como teoría crítica, del ascenso de la revolución mundial, de la impostergable necesidad de acceder a la praxis social dentro del ciclo histórico abierto por la Revolución cubana, de romper con el dogmatismo y de asimilar críticamente la experiencia de la Unidad Popular chilena. El consejo editorial —rememora Marini— “funcionaba como un verdadero equipo de trabajo, con reuniones semanales que se adentraban por la noche, haciendo de la revista un producto realmente colectivo”. En el horizonte intelectual de la Nueva Izquierda, sin compromisos ideológicos con el “socialismo realmente existente”, la revista desarrolló la crítica dentro de los contornos marxistas que entonces vivía una estimulante renovación con la recuperación del legado gramsciano, y la popularización de las filosofías althusseriana y de la escuela de Fráncfort. La crisis de la economía mundial, la revolución en Latinoamérica, el fracaso estadounidense en Vietnam y la situación mexicana, con un régimen agrietado y el esperanzador despliegue de la insurgencia sindical, constituyeron el eje de su intervención en el debate público. “Nuestra revista se leía, se agotaba —decía Córdova— tenía un tiraje de 4,000 ejemplares, era un milagro en este medio”.
Tras la caída del Muro de Berlín —donde concluye Una historia de Ediciones ERA—, el colapso soviético y la globalización en clave neoliberal se cerró no sólo una época histórica, sino una parte sustantiva del mercado editorial que ERA abasteció con iniciativas importantes. Las editoriales independientes desaparecieron, las adquirieron los conglomerados multinacionales, sobrevivieron al mínimo o reconfiguraron su oferta. Cuadernos Políticos y algunas de las colecciones de ERA pasaron a mejor vida, abandonándose con los años las líneas trazadas durante las primeras décadas. Y el renovado interés por algunas de éstas en los tiempos convulsos que corren, las reformulaciones marxistas recientes, o la indispensable reflexión sobre los problemas nacionales migraron hacia otros sellos editoriales.
Profesor distinguido de la UAM y miembro de número de la Academia Mexicana de la Historia. Autor de ‘Por la izquierda. Intelectuales socialistas en México’ (Akal, 2023) y de ‘La revolución imaginaria. El obradorismo y el futuro de la izquierda en México’ (Océano, 2024).
Imagen portada: Especial