Entre 1925 y 1927, el autor de ‘Visión de Anáhuac fue embajador en Francia. Un libro colectivo de reciente publicación da cuenta de su paso por ese país.
Por David Noria
Películas que denigran a México, la amenaza de Estados Unidos de invadir el territorio nacional y una violencia desatada en las provincias vista desde la prensa extranjera, no siempre interesada en mostrar una buena cara de nuestro país. No me refiero a 2025, sino a 1925: estos fueron algunos de los principales desafíos que enfrentó el embajador Alfonso Reyes en París.
Tres películas de Hollywood fueron censuradas por el gobierno mexicano en aquellos años: The Border Legion (1924), Mademoiselle Midnight (1924), Zander the Great (1925). Ambientada en México, la segunda de ellas cuenta la historia de Renée Sorolla, hija de un poderoso exsenador y hacendado, cuyo hermano conspira con los revolucionarios por la presidencia de la República. Caricatura de varios periodos de la historia de México, en el filme vemos aparecer a Maximiliano, Napoleón III y la emperatriz Eugenia; a las familias políticas de comienzos del siglo XX con sus ranchos y “rurales”; a los bandidos y sus huestes. Una atmósfera de caos, borrachera, ambición y cursilería saturan una historia en la que el héroe e interés romántico de la muchacha mexicana es, previsiblemente, un estadunidense “enviado desde Washington”, antitético, en todo punto, al retrato que se hace de los mexicanos. Una caracterología detallada no carecería de interés, pero ahorro el mal trago a los lectores. El análisis del filme, no muy arduo de hacer por lo demás, lo tipificaría como propaganda de la Doctrina Monroe, evocada en la propia historia por un Lincoln fantasmagórico: a fin de cuentas, el espía estadunidense “conquista” a la mexicana y le promete “protegerla para siempre” de la barbarie endémica y de la amenaza europea. La película se proyectó en Francia en 1925.
Con carácter de “urgente”, llegó a la oficina del canciller Aristide Briand este comunicado de Alfonso Reyes:
Legación de los Estados Unidos Mexicanos
Señor Ministro:
París, 22 de abril de 1925
Tengo el honor de hacer del conocimiento de Vuestra Excelencia que el señor cónsul de México en Le Havre acaba de hacerme saber que una película denigrante para mi país, y que tiene por título “Mademoiselle Minuit”, se exhibe actualmente en la sala del cine Gaumont de ese puerto. Me apresuro a informar a Vuestra Excelencia que, encontrándome yo mismo en México, fui llamado, en compañía del Sr. Secretario de Relaciones Exteriores de México, del Subsecretario y de diversas personalidades del Gobierno, a constatar el carácter verdaderamente ofensivo de esta película, que nos fue exhibida en una sala del Ministerio de Relaciones Exteriores, en seguimiento a diferentes quejas interpuestas por los cónsules de México en los Estados Unidos. Esta representación fue ofrecida por la compañía productora de la pieza, con el fin de convencernos de que esta película no era insultante para México. Todas las personas presentes, y yo mismo, llegamos al acuerdo de declarar esta película ofensiva para el buen renombre de México. En consecuencia, ruego encarecidamente a Vuestra Excelencia, siempre que no vea inconveniente en ello, tener a bien dar órdenes para que la exhibición de dicha película no sea autorizada en Francia. Expreso a Vuestra Excelencia mis más sinceros agradecimientos por anticipado y le ruego aceptar la certeza de mi consideración más alta y distinguida.
El Ministro de México, Alfonso Reyes
En respuesta a la petición del gobierno mexicano de prohibir en Francia el filme Mademoiselle Minuit (dirigida por Robert Z. Leonard) por considerarlo “denigrante para su país”, el ministro de Relaciones Exteriores prohibió su proyección el 12 de mayo de 1925. Tal celo de Reyes por el buen renombre de México no dejó de llamar la atención del ministro francés. El 30 de noviembre de 1925 Alfonso Reyes volvió a protestar formalmente contra dos películas estadunidenses proyectadas en Francia: L’Amazon (Zander the Great, George W. Hill, 1925) y Les Loups de la Frontière (The Border Legion, William K. Howard, 1924). El gobierno francés dio de nuevo satisfacción al embajador de México. Congruente con sus ideas, el ya lejano Fósforo, pseudónimo del joven Reyes en la crítica cinematográfica, había escrito en 1915 en Madrid que “convenía que el nuevo arte cinematográfico estuviera vigilado de cerca por la crítica”.
II
¿Qué sabemos del poeta y ensayista en su oficio de político, funcionario y diplomático? Hace cien años Alfonso Reyes fue nombrado embajador de México en Francia. Como conmemoración, se acaba de publicar el lujoso libro colectivo Alfonso Reyes: dos años en París, 1925-1927, auspiciado por la Fundación Dr. Ildefonso Vázquez, el Consulado General de Francia en Monterrey, el Instituto Francés para América Latina y el Fondo Editorial de Nuevo León.
Los editores, Adolfo Castañón, Guillaume Pierre y quien escribe estas líneas, hemos reunido materiales inéditos provenientes de distintos fondos en Francia y en México (como el comunicado oficial citado más arriba), así como la contribución de seis escritores que analizan diversos aspectos de la estancia de Reyes en Francia, además de una profusa selección de imágenes y fotografías antiguas y modernas que hacen de este libro una especie de álbum para coleccionistas y bibliófilos, además de fuente imprescindible para los estudiosos y curiosos de la vida y obra de Alfonso Reyes.
Sobre el autor de Visión de Anáhuac no se ha dicho todo. Lejos de ello. Para prueba, los documentos inéditos sobre su gestión diplomática en París y los iluminadores ensayos encargados especialmente a los siguientes autores, en orden de aparición: Adolfo Castañón, David Noria, Fabienne Bradu, Guillaume Pierre, José Luis Martínez y Hernández, Víctor Barrera Enderle y Javier Garciadiego. Como un prisma, cada estudioso ofrece una visión distinta del mismo periodo histórico, de donde resulta una comprensión rica en detalles y matices en los ámbitos de la política, la historia, la diplomacia, la vida literaria y hasta mundana de don Alfonso en la capital francesa.
Por primera vez se revelan los detalles de la eficaz embajada de Alfonso Reyes, en un momento —la década de 1920— marcado por el inicio de la hegemonía posrevolucionaria en México bajo Plutarco Elías Calles, y de una creciente tensión política en Europa.
Visto desde Francia, Alfonso Reyes fue genuinamente valorado por sus cualidades tanto personales como profesionales, y tenido por un interlocutor a la altura de las circunstancias y un “verdadero amigo de Francia”, como dicen los informes sobre él. El gran estadista Aristide Briand (1862-1932), así como el presidente de la República Gaston Doumergue (1863-1937) y el primer ministro, el aguerrido Édouard Herriot (1872-1957), trataron y colaboraron con don Alfonso en la resolución de conflictos bilaterales y, sobre todo, inauguraron una nueva época de amistad entre las dos naciones. México, a menudo en entredicho, tuvo en Alfonso Reyes un representante que lograba que, a los ojos de los demás, sus cualidades personales se transfirieran con naturalidad a la imagen general de México.
III
La idea de este proyecto vino del cónsul general de Francia en Monterrey, Guillaume Pierre, quien ya en su misión anterior en Brasil había promovido el rescate del paso de Paul Claudel por aquellas tierras. Una vez con el apoyo de la Fundación Vázquez de Monterrey y de Celso José Garza, se confió a Adolfo Castañón la coordinación del proyecto. El primer paso sería consultar los archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia, en los alrededores de París, donde el cónsul Pierre sabía de la existencia de un archivo sobre Alfonso Reyes y su embajada. ¿Qué se encontraría entre aquellos documentos? Por más que la benemérita investigadora francesa Paulette Patout, autora de Alfonso Reyes en Francia, había tenido conocimiento de este fondo, el hecho es que no había difundido dicho material en su trabajo, dejándolo prácticamente inédito. Por su parte, Víctor Díaz Arciniega se había ocupado ya de la publicación del archivo diplomático de Reyes conservado en México (Misión diplomática, dos tomos). Faltaba, en consecuencia, conocer qué se hallaba en Francia.
Comisionado por Castañón y el resto del equipo, consulté personalmente los archivos de Reyes en París a finales de 2023. Con el propio cónsul revisé, por otra parte, los archivos relativos a Francia en la Capilla Alfonsina, donde Javier Garciadiego nos brindó todas las facilidades, enriqueciendo sustancialmente el resultado final. Es asombroso constatar cómo Alfonso Reyes guardó meticulosamente la huella de toda su labor: recortes de periódico, revistas, fotografías, además del diario, todo perfectamente ordenado por él mismo como si supiera que con ello nos estaría ayudado, cien años después, a los investigadores. Todo el año 2024 consistió en ordenar los materiales, solicitar los ensayos a nuestros colaboradores y darle cuerpo a un libro que, me atrevo a decir, tiene ya la categoría de imprescindible en los estudios alfonsinos.
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IV
Incluimos también una antología de escritos sobre Francia de Alfonso Reyes, donde él mismo nos habla de su vida en París, sus amigos, su idea de Francia y sus impresiones, como “La liberación de París”, “Pasos de Passy”, “Talleyrand”, “Sobre Aristide Briand”, “Los literatos en el Servicio Exterior de México” y “Amor a Francia”. Por supuesto, hemos reunido también los cerca de veinte poemas que Reyes escribió en París y que nos permiten asomarnos al laboratorio estético y ético de quien, por las mañanas, producía documentos ministeriales y en las noches y madrugadas versos de corte simbolista. Sobre su poesía francesa podemos decir que la confidencialidad de su cargo parece también dar el tono de sus poemas de aquella época, en los que solo alcanzamos a vislumbrar diversos estados de ánimo a través de un velo gris que los cubre: no hay poco, en estos versos de Reyes, de vaguedad, solubilidad, ligereza, matiz (¡no color!) e indecisión. En suma, todo aquello que reclamaba Verlaine en su “Arte poética”.
Destacan en particular dos rescates hemerográficos: el artículo de bienvenida que escribió Valery Larbaud (1881-1957) cuando Reyes fue nombrado embajador en París a principios de 1925 y el discurso de despedida que Gabriela Mistral (1889-1957) le dedicara a su partida en 1927, consultados en la Biblioteca Nacional de Francia. Vale la pena citar las palabras de la poeta chilena:
Él ha logrado una cosa difícil como un repecho: hacer estimar del europeo al muy discutido hombre de la América española; hemos sido empinados en él, en sus capacidades y en su hidalguía. Le debemos, ni más ni menos, que el haber dado testimonio de nosotros, el haber sido nuestra prueba irrefutable. Suele decirse que la América no inglesa tiene al individuo por debajo de su geografía y de su economía, que valemos muchísimo menos que el caucho de Brasil o la esmeralda colombiana; se asegura que entre nosotros la planta fue verdad siempre, pero el individuo no lo es todavía. Por ello resulta una sorpresa para el europeo cuando el hombre de allá le aparece tan sólido y tan fino como sus maderas preciosas.
Alfonso Reyes: dos años en París, 1925-1927 representa la suma de esfuerzos entre Francia y México para dar a conocer y valorar nuestros lazos compartidos, diversificados en la literatura, las artes y la solidaridad histórica: todo eso que podemos compendiar en la sola figura de Alfonso Reyes.
Imagen portada: Especial