Por Félix Cortés Camarillo
El tema del día, obviamente, es el desquicio mental de Donald Trump cumpliendo lo que había sido su cotidiana advertencia: la Primera Guerra Mundial del comercio.
Al imponer agresivos aranceles a todo lo que producen y le venden a su país sus tres principales socios comerciales, esto es México, Canadá y China, la espina dorsal de su proyecto político America First, puede momentáneamente cosechar aplausos entre el electorado que le llevó por segunda vez a la Casa Blanca: mayormente la clase media.
Dentro de unas dos semanas, cuando se cumplan los protocolos de lo que hasta ayer era una mera proclama, esa misma clase media de los Estados Unidos, la nuestra y la canadiense en la proporción de que sus hábitos de consumo sa hayan casado con las importaciones gringas, desde que se firmó el NAFTA, comenzarán a sufrir agudo dolor en el órgano más sensible del cuerpo humano, que es el bolsillo.
Supongamos, del verbo supositorio, que usted es un clasemediero en cualquier estado de la Unión y quiere comprarse una troca. Como ví los anuncios de la tele durante la premiación de los Óscares, una modesta camioneta del año anda más menos en los 30 mil dólares. Está en precio; claro, sin lujos.
La marrana tuerce el rabo cuando hay que agregarle el 25% a los treinta mil. Yo no fui nunca trucha en mate, pero es muy fácil saber que mañana me va a costar la mismísima troca 37,500 billetes verdes en lugar de los treinta mil del anuncio.
Desde luego, no todos los gringos andan comprando trocas todos los días.
Pero como los mexicanos, todos irán hoy al Publix en Florida, Vons en California o Albertsons por todo el país vecino, a hacer lo que antes era el mercado y ahora es el super. Y resulta que el 25 por ciento de arancel a lo importado de México lo tienen que pagar ellos, para joder a nuestro terco y soberano país, cuando compren aguacates, limones, lechugas, fresas de Irapuato, o cualquier mercancía que haya cruzado legalmente la frontera, incluyendo la troca que le decía. Desde luego, eso no afecta al precio del fentanilo que tanto consumen los gabachos. Las drogas son duty free.
Ahora, no se me emocionen.
En todas las guerras hay un vencedor, que suele ser quién tiene los mejores cronistas que la cuenten, desde el Peloponeso, o puede que antes. En las guerras mundiales del comercio, que acaba de inaugurar Trump porque no me dijeron de anterior, y puede que ni cuenta me dí porque soy muy pendejo, sucede lo mismo que en los pleitos familiares en donde tratas de vencer y humillar a quien algún día amaste: testamentarios, de divorcio, sucesión, custodia o lo que sea.
Ganando se pierde. Nunca hay vencedor
En esta guerra comercial que desató el pelipintado, el que se lleva se aguanta y lo que va de aquí pallá, regresa. Todo lo que nos vende Estados Unidos va a tener que pagar un arancel del recíproco 25%. No lo ha dicho la muy mal manejada señora Presidente, que quiere anunciarlo en una mamada de acarreados en el Zócalo, pero es inevitable: el señor Trudeau ya respondió, aunque ya va de salida del poder. 25 por ciento o más, en reciprocidad. China sigue siendo un misterio.
No lo mencionó ayer López-Dóriga, cuando señaló que este asunto es de Estado, de la Nación, no de militancias o partidos, pero pudo recordar que un 18 de marzo el presidente Cárdenas pasó a la historia con un mensaje desde el palco central de Palacio Nacional; ese el de la campana del 15.
Si la señora Presidene toma el hacha de guerra para dejar esa nueva versión internacional del abrazos no balazos, el curso de su presiencia puede dejar impronta.
En su muy respetable parsimonia, la señora Presidente sigue su pauta. No hará un pronunciamiento sobre la agresión a nuestra soberanía por parte de Trump, hasta el domingo al medio día, plaza llena, y luego de que consulte con el agresor en una llamada telefónica meliflua el próximo jueves.
Pase lo que pase, México tiene que seguir a Canadá y regresarle el arancel por arancel pasando la red. Pero, todo lo que importamos de los Estados Unidos va a costar un 25% más que vamos a pagar usted y yo. Nada más le menciono la gasolina que importamos y que repercute en todo lo que se transporta. Mucho de lo que tenemos en la mesa, comenzando por el maíz, frijol y arroz. Usted puede llenar la lista.
Todo esto nos duele, y lo que todavía nos falta por sufrir: las guerras son así.
PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no dejan entrar sin tapabocas): Yo no soy muy partidario de las encuestas, pero estoy seguro de que si hoy le preguntan a los católicos, los pensantes dirían que se debe dejar morir en paz al Papa Pancho.