Por Francisco Villarreal
No quisiera estar en el pellejo de algunos que, en vista del poder de convocatoria de la presidenta Claudia Sheinbaum, vieron cómo el Zócalo capitalino y sus alrededores se llenó este domingo con 350 mil almas. En alguna transmisión por internet, unos cuantos rescoldos de la jiribilla virtual deslizaban venenosos comentarios en los chats, pero todo se les desmoronaba frente a lo que estaba transmitiéndose. Es increíble cómo insisten en mentir aunque la mentira les reviente en las narices. Es como el spot panista sobre el precio de la gasolina, una mentira ribeteada de cinismo. Es posible, mejor dicho, es inminente que voceros de la cobardía desmejoren la magnitud de la concentración en la Plaza de la Constitución. Y por supuesto, desde esa oposición también desmejorada, insistirán en que el acto cívico y fiesta fue un acto político. Por favor, no les contradigan. Tienen toda la razón, fue un acto político. No puede ser de otra manera, puesto que implicó la exposición, de cara al pueblo, de acciones y previsiones de un gobierno democrático frente a un peligro grave para el país. Los 350 mil asistentes, los otros tantos miles que estuvieron siguiendo la transmisión, y los otros miles de miles que consultaron, consultan y consultarán medios de comunicación para informarse, demuestran que en efecto, los mexicanos superaron la intensa campaña de polarización que quiso imponer la derecha y, en contraparte, volvieron a interesarse en la política. Hasta mamá, una anciana casi nonagenaria, vio por TV el informe de la doctora Claudia y luego festejó con la Sonora Santanera.
La cita dominical no podía cancelarse. Creo que sólo unos cuantos mexicanos confían en la cancelación definitiva de aranceles. Trump es Trump, y sigue teniendo alrededor una pandilla de sicarios. Ni en México ni en el mundo se puede confiar en la palabra de Trump, y si está dispuesto a desmantelar la OTAN, puede hacer lo mismo con el TMEC cualquier día de los cuatro años que restan a su mandato, y otros tantos si consigue que autoricen la reelección. Por ahora podemos estar en relativa calma. Trump, a pesar de seguir siendo Trump, tiene muchos problemas externos e internos. La economía estadounidense es un verdadero caos, y crece cada día el rechazo a él, a su gabinete y, sobre todo, a los multimillonarios que lo apoyan. Tanto así que hasta los legisladores republicanos están ya cancelando las tradicionales charlas con ciudadanos en sus distritos. Aún sin las medidas no arancelarias tomadas por Canadá contra las ofensas y amenazas de Trump, el bolsillo de los estadounidenses ya siente los efectos. Trump ha metido incertidumbre a todos, desde trabajadores y burócratas, hasta empresarios e inversionistas. La caída de la bolsa es apenas uno de los indicadores económicos que se están desmoronando, y los especialistas ya avizoran una posible recesión. Incluso a Elon Musk, no sólo le estallan sus cohetes de prueba, también sus negocios en todo el mundo. Ni hablar de Europa, y menos de Ucrania, donde el avance ruso en Kursk sigue bajándole la espuma belicista a Zelenski. Ucrania tal vez sea la única victoria que tendrá Trump, y no por buscar la paz sino por los dividendos que obtendría con la derrota de Ucrania.
Así las cosas, Trump no puede “atender” debidamente sus ambiciones y las de sus compadres millonarios respecto a México. Por eso era importante no cancelar la cita en el Zócalo. Era necesario mostrar unidad alrededor del gobierno federal. Un acto político y a la vez patriótico, que contra lo que digan las lenguas viperinas comentócratas, no fue partidista. Esto es un mérito adicional que debe reconocérsele a la Presidenta, porque arrastramos la mala costumbre de contaminar los actos oficiales confundiendo lo político con lo partidista. La asistencia de militantes de la alianza por la 4T seguro fue mayoritaria, pero la presencia de gobernadores de oposición y empresarios le empieza a dar otro matiz a los actos oficiales de este gobierno. No en vano Claudia Sheinbaum es una de las estadistas más respetadas en el mundo y el informe-festival de este domingo fue también un reconocimiento popular a su gestión de esta crisis y, de ribete, la exigencia de tomar previsiones. Y ya no sólo prevenirse contra la locura trumpista, también atreverse a romper con esa dependencia con Estados Unidos que, no lo olvidemos, no la construyó ni don Andrés ni doña Claudia, sino los presidentes neoliberales que les antecedieron. Esta crisis es, en gran medida, consecuencia del vasallaje económico que nos heredaron.
Pero además del informe de la Presidenta, sucedió algo muy interesante e importante. Por la noche el Partido Liberal canadiense eligió al sucesor de Justin Trudeau. No podía ser mejor elección puesto que Mark J. Carney es un economista con una larga trayectoria y, por lo que ha dicho al ser elegido, pretende continuar la política de resistencia y reacción marcada por Trudeau. Míster/Monsieur Carney se presentó ante los liberales canadienses y dijo un discurso extenso. Por supuesto, no tuvo un público tan numeroso como la doctora Sheinbaum, y ese sí fue un acto partidista, porque fue ante liberales y porque aprovechó el momento para darle unos cuantos descontones al líder opositor Pierre Marcel Poilievre, un reconocido trumpista. En este caso creo que Carney se excedió, porque a como está la indignación canadiense contra Trump, Monsieur Poilievre ya nada contra corriente. Lo primero que me llamó la atención del discurso de Carney fue una palabra clave, “respeto”. Obviamente me remitió a la doctora Sheinbaum, porque la ha repetido constantemente cuando se refiere a sus charlas con Trump y a las negociaciones con Estados Unidos. Sólo que mientras Canadá lo exige, México lo presume. Carney no mencionó “soberanía”, pero la describió muy precisamente frente a los desplantes ofensivos de Trump. Aunque Carney es un primer ministro temporal, definió rutas de acción en su país, y una buena parte son básicamente las mismas que las que horas antes expusiera Claudia Sheinbaum ante los mexicanos: mejorar la economía individual de los canadienses, incrementar la producción doméstica con la consecuente generación de empleos y aumento de inversión, capitalizar la autosuficiencia energética, diversificar mercados, incrementar la construcción y acceso a vivienda, mantener en el rango de derechos los programas sociales en salud, educación, infancia y adultos mayores.
¿Se copió Míster/Monsieur Carney de la doctora Sheinbaum? No lo creo. Pasa que Canadá y México tienen el mismo agresor que usa las mismas armas contra ambos. Además, ambos países están limitados por la naturaleza neoliberal de un tratado. La respuesta, en ambos casos, debe empezar a suministrar el antídoto al veneno neoliberal precisamente a quienes más lo han padecido. La multitud en el Zócalo no sólo lo autorizó, también lo exigió. Y la indignación de los canadienses también. En ambos casos es un nacionalismo patriótico, que es la mejor respuesta al nacionalismo inhumano que representa la camarilla de Trump. Patriotismo que incluso empieza ya a manifestarse entre los propios estadounidenses que ahora sólo les quedan dos caminos para resistir a la oligarquía que los gobierna: la protesta masiva y las leyes. Lo dicho: Trump está muy ocupado con Europa, con su caos económico interno y con la disidencia doméstica, como para ocuparse de nosotros… por ahora.