Por Francisco Tijerina
“No es lo mismo lícito, que lisito”. // Refrán de abogados
Sí, están haciendo lo correcto y cumpliendo con la ley, pero al mismo tiempo están fallando estrepitosamente al no cumplir con la premisa básica de todo gobierno: servir a la sociedad.
Bajo el argumento de que están fuera de la ley, autoridades de la CDMX, Nuevo León y otras entidades han emprendido una cacería en contra de los operadores de taxis con aplicación móvil como Uber o Cabify.
México no es una isla y puede separarse del mundo. Casi en cualquier lugar del planeta operan estas plataformas de servicio que han venido a revolucionar el transporte de pasajeros.
El éxito ha sido arrollador y ha causado que los taxistas tradicionales vean reducidos sus ingresos por la sencilla razón de que los usuarios prefieren la modernidad y no por novedosos, sino por la comodidad, confiabilidad, atención y buen trato, además de casi siempre por economía.
Los de antes se quedaron ahí, antes, viejos, sucios, destartalados, con choferes impresentables, con unidades que son una amenaza sobre ruedas y que gracias al caos y desorden son utilizadas en muchas ocasiones para cometer ilícitos.
La tarea del gobierno no es perseguir a los Ubers, sino encontrar la manera de modernizar y poner orden a los viejos taxistas que, hay que decirlo, han sangrado hasta el cansancio con exámenes, licencias, permisos, renovaciones, revisiones, pintura especial que no sirve para nada y demás. Toca el tiempo de renovarse o morir.
Sí, lo que hacen las autoridades es muy legal, pero los convierte en sumamente impopulares y el precio de la arrogancia con la que hoy actúan se verá reflejado dentro de poco tiempo en las urnas electorales.