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Por Francisco Villarreal

Soy afortunado en no ser rico como Donald y Elon, soy más bien lo contrario. Me ha costado mucho trabajo, ¡años de esfuerzo! Una sucesión de gobiernos mexicanos me apoyaron muchísimo para encontrar la clave de la supervivencia: cuando hay, a gastar para que el dinero circule; y cuando no, apretarse el cinturón. Todo es superfluo, salvo la comida, mi losartán y mi diacereína. Sin embargo, como dijo Cremes según Terencio, “nada de lo humano me es ajeno”. Tal vez por eso he estado muy pendiente de la economía mundial que se retuerce como tlaconete salado frente a los reales aranceles de Trump en contra de los falsos aranceles de todo el mundo. Aranceles “recíprocos” que no son aranceles sino extorsiones y que tampoco son recíprocos. Me angustia mucho no entender plenamente los altos vuelos de la Economía de salones de bolsas. Los picos gráficos que suben y bajan ante cada flato verbal de Trump son inquietantes, un electrocardiograma histérico. No sé cómo, pero sé que esas crisis o bonanzas siempre acaban afectando a los más jodidos. Trump no ha disminuido ni un milímetro su tren de vida. Ninguno de sus amigos multimillonarios ha tenido que limitar su consumo de huevos. Si bien el caos generado por Trump en el mundo tiene una inocultable dedicatoria contra China y la Unión Europea, a todos nos tocará un zape. La resiliencia mexicana tendrá que aceptarlo y enfrentarlo. Si nos toca apretar el cinturón, pues a apretarlo. Y cuando los ojetes no nos basten (así se llaman los agujeritos del cinto), queda el último recurso de ponerlo en el cuello. La única certeza que nos da Trump es la incertidumbre. También que es un patán que con su afirmación de que hay países que le besan el trasero con tal de librar sus aranceles, humilla a cualquiera que intente negociar con él; es decir, a cualquiera que proponga una negociación razonable, sin subordinarse a su locura aparentemente antiglobalista. Ahora que ha aplazado los aranceles ¡otra vez!, ha metido en el mismo saco de besucones de su trasero a un montón de países, cuando los más “cariñosos” han sido, que yo sepa, Noboa y Milei, y su carcelero particular, el gobernador y alcaide de El Salvador, Bukele. ¡Qué manera tan repugnante de negociar tiene Trump! Aunque, la verdad, no veo diferencia entre besarle el trasero o la mejilla, igual repugna.

En serio me preocupa a dónde va a llevarnos esta gigantesca puesta en escena arancelaria. Pero si bien esta farsa es nociva, algo me preocupa todavía más. Recién, un tribunal gringo advirtió a Trump que no podrá deportar más a extranjeros sin antes asegurarles el debido proceso. Ya lo había hecho a cientos, y ya se llevan esos casos a tribunales apropiados para revisar cada uno y hacer justicia a por lo menos una gran mayoría de los que Trump metió ilegalmente en cárceles de El Salvador. Queda pendiente el desacato que se cometió al desoír la orden de un juez de regresar a los deportados. Este sólo es un botón de muestra. Mientras todos temblamos con arancelizaciones y desarancelizaciones, pian pianito, Trump y sus sicarios intentan instaurar un régimen de terror en Estados Unidos. Ya no sólo son los estragos que Musk y sus dogos de DOGA hicieron en la administración pública. Hay mucho más. La famosa filtración de una conversación sobre una operación militar contra Yemen, en un servicio de mensajería, tiene más cola: las conversaciones por canales autorizados, seguros y cifrados, por ley deben ser archivadas. Si se usa un medio no autorizado, se evita que queden disponibles a una eventual auditoría. Pero hay más: Trump ha extorsionado, por decreto, a barras de abogados y medios de comunicación que no le son afines. Y más: el siniestro Control de Inmigración y Aduanas (ICE) ejecuta detenciones arbitrarias a estudiantes extranjeros que se han manifestado activa o casualmente contra Trump, o el genocidio en Gaza. Trump, además, ha llamado terroristas a quienes protestan contra Tesla y por su parte Elon Musk ha lanzado amenazas contra quienes, según él, patrocinan esas protestas. En general, Trump y miembros de su gabinete siguen actuando sistemáticamente fuera de la ley. Podría no ser casual que se aplacen aranceles luego de un fin de semana de protestas masivas (mil y pico por todo Estados Unidos, y más en el mundo), pero pende sobre los disidentes el desprecio expreso de Trump que sin duda se convertirá eventualmente en venganza. Esta normalización de un presidente fuera de control de los otros poderes del estado se acentúa y está sentando un precedente peligroso para todo el mundo. La dinámica de un gobierno autoritario y represor se intenta imponer desde Estados Unidos como un modelo que ya intentan replicar en gobiernos “besucones” iberoamericanos.

Hace unos días, el periodista Matthew Brooker advirtió en su columna de Bloomberg sobre el retroceso en la libertad de expresión en Gran Bretaña. Tiene razón, aunque los indicadores son perceptibles todavía no son abrumadores. La Unión Europea puede eventualmente hacer lo mismo, por “razones de seguridad” (“emergencia nacional” diría Trump), si mantiene su beligerancia contra una amenaza rusa que no existe todavía. La derecha internacional instalada ya en países europeos no tendrá mayor problema en seguir la misma ruta que, detrás del telón arancelario, dicta el presidente más nefasto que ha tenido Estados Unidos, y vaya que ha tenido bastantes así. Este aprendiz de dictador que acaba de autorizar un presupuesto de un billón de dólares para la “defensa”. ¿Defensa? ¡Pero si los agredidos hemos sido y seguimos siendo prácticamente todos los países del orbe! Poco a poco, Washington D.C. se perfila como un Mar-a-Lago del norte y además concesionario de Tesla: ¡una Roma imperial con su propio Calígula!

Ceterum censeo: En el legendario medieval se creía que durante los aquelarres, las brujas besaban el trasero de Satanás como un acto de sumisión. Cuando vi la escenificación de eso en la cinta danesa Häxan (1922), me pareció una creencia ridícula, más bien una “mala prensa” del cristianismo contra las mujeres. Aquel llamado “beso negro” adquirió con el tiempo hasta connotaciones eróticas, tal vez pecaminosas según se vea, pero no satánicas. Además, coloquialmente, en algunos países se usa como insulto o burla. Pero ahora resulta que don Trump le añade un significado político y un matiz económico, muy moderno. ¡Será el sereno!, pero si estuviera yo metido en el brete de besar traseros, preferiría el de Satanás.

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// Francisco Villarreal

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Autor: lostubos
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