Por Félix Cortés Camarillo.
Durante mi larga permanencia junto a tí,
cuando era el ministro favorito de tu gobierno,
tú te llevabas todos los beneficios
y yo soportaba todas las calumnias;
los hombres son testigo de ello,
y de que he intentado por todos los medios contener tu crueldad
y corregir tu espíritu por el bien del pueblo y de ti mismo…
Cuando llegue el día en que tu poder se derrumbe,
desearás tener a tu lado a este filósofo que ahora te escribe.
Carta de Platón a Dion de Siracusa. Siglo IV A.C.
La carta de renuncia de Carlos Urzúa Macías al cargo de Secretario de Hacienda de Andrés Manuel López Obrador tiene un digno precedente que aquí se pone en el epígrafe.
La misiva de Urzúa, de redacción concisa y clara, hace un diagnóstico irrebatible del fracaso del régimen de la cuarta república, por la vía del cáncer endógeno, por el momento, aún curable.
Vale la pena reproducir los dos párrafos esenciales de la renuncia, que cada quien debiera analizar frase por frase:
- Discrepancias en materia económica hubo muchas
- En esta administración se han tomado decisiones de política pública sin suficiente sustento.
- Estoy convencido de que toda política económica debe realizarse con base a evidencia, cuidando los diversos efectos que ésta pueda tener y libre de todo extremismo, sea éste de derecha o izquierda.
- Durante mi gestión las convicciones anteriores no encontraron eco.
- Me resultó inaceptable la imposición de funcionarios que no tienen conocimiento de la Hacienda Pública.
- Esto fue motivado por personajes influyentes del actual gobierno con un patente conflicto de interés.
La respuesta del presidente fue tan inmediata como si ya hubiese tenido antecedentes de la renuncia. En una grabación de video hecha en la oficina presidencial, don Andrés hace un pronunciamiento fundamental al aceptar la renuncia de Urzúa: “No está conforme con las decisiones que hemos tomado –“las finanzas se manejan en Los Pinos”, dijo Echeverría– “y nosotros tenemos el compromiso de cambiar la política económica de hace 36 años”.
Ante un atolondrado Arturo Herrera Gutiérrez, que hace menos de diez meses fue regañado públicamente por el presidente por cuestionar la decisión presidencial de Dos Bocas o la imposición de la tenencia vehicular; el presidente dedicó seis minutos a designar a su nuevo alfil, Arturo Herrera.
Como va siendo cada vez más frecuente, el presidente alude –porque no puede acudir con certeza– a situaciones bíblicas.
Dijo el presidente, algo así, porque esencialmente se refería a los dineros que hay o no hay, y del cambio de los hombres que manejan el dinero, que no se puede meter vino viejo en botellas nuevas. Claro que no es así.
Alguien debiera revisar a quién le da catecismo al señor López Obrador. El evangelio según Mateo dice en su capítulo noveno que “nadie echa remiendo de paño recio en vestido viejo; porque el tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura. Ni echan vino nuevo en cueros viejos: de otra manera los cueros de rompen, y el vino se derrama, y se pierden los cueros”.
No vaya a ser que los telares del presidente López tengan hoyos y sus odres que fingen ser viejas traigan todas las horadaciones que les heredó Matusalén.