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Éxtasis y agonía de Manuel Pedrero

Por José Jaime Ruiz

@ruizjosejaime

@lostubosmty

La mierda se coló en el sistema de ventilación. // “Cuchillo” / Salman Rushdie

La fotografía que corona su cuenta X lo dice todo: la satisfacción de la soberbia. La credibilidad es principio, medio y fin; la veleidad de los followers es instante, como llegan se van. La improvisación en periodismo es pecado, no virtud. Manuel Pedrero no hizo cursos de deontología, no leyó a Rysard Kapuściński. Los medios de comunicación corporativa hacen de la información o desinformación una mercancía más. Muchos youtuberos coinciden con esta tendencia, antes del periodismo, la monetización. Lo suyo no es la veracidad sino la propaganda. También los viejos caen en la propaganda sin periodismo, la reciente entrevista de Álvaro Delgado y Alejandro Páez Varela a Sandra Cuevas es un ejemplo mayor de embaucar a las audiencias.

Para Gabriel Zaid la “aparición del micrófono transformó la política. Aunque el primer uso fue simétrico (entre dos personas que hablan por teléfono), pronto aparecieron los usos asimétricos (los altavoces, las estaciones de radio y televisión) para dirigirse a una multitud que no puede responder. En estas circunstancias, tener el micrófono es tener el poder”. Hay distinción en el micrófono: no es lo mismo, a pesar del ranking, Claudia Sheinbaum Pardo que Manuel Pedrero. Las benditas redes sociales tienen, de entrada, dos problemas: el Algoritmo como Hermano Mayor y la aritmética de los “seguidores”.

Cito a Slavoj Žižek: “La libertad que nos dan los medios digitales es una libertad falsa, todo está controlado por algoritmos que nos empujan en ciertas direcciones. El horror para mí es que en los buenos viejos días del totalitarismo por lo menos sabíamos que éramos controlados. Ahora lo horrible es que donde piensas que eres libre somos controlados, regulados y manipulados. La no libertad más horrorosa es la que experimentas como libertad”. No hay autenticidad en el follower, al final es simplemente el que se deja llevar por una tendencia o expectativas impuestas por el precursor de posts (Byung-Chul Han). En la aritmética de la multitud digital difícilmente se encuentra calidad y la deliberación se agota en likes. Apabullados, ningún “comentario” se convierte en tendencia. El exceso y la compulsión por lo digital difícilmente se convierte en debate, reflexión. La cantidad no determina la calidad. Un millón de seguidores se reduce a un “en vivo” con sólo 20 mil conectados.

El primer medio de la derecha que calificó los apuntes como acordeones fue Reforma, el sentido peyorativo se impuso como estrategia de “último recurso” para los electores que no hicieron la tarea de verificar las candidaturas, también como una imposición vertical donde, desde el corporativismo, se dicta al elector los nombres-número que debe marcar en las boletas. Los flautistas de la derecha impulsaron la narrativa de los “acordeones” y la multitud de la izquierda bailó al son de ese relato de Hamelín.

Manuel Pedrero –no periodista, propagandista– no sólo se vendió al mejor postor sino también al mejor impostor (César Gutiérrez Priego). La derecha de la izquierda que no se atreve a decir su nombre y la misma cantaleta del fraude, de los acordeones, del argumento del “voto inusual”. Pedrero grita “fraude” y no lo evidencia: ¿13 millones de ciudadanos manipulados por fuerzas oscuras de la 4T? ¿El pueblo bueno en regresión a ser tonto como en la era del lonche y los quinientos pesos? Si los apoyos del bienestar son universales, ¿cómo coaccionar el voto? ¿Con la elección judicial terminó la revolución de las conciencias? Razonamiento débil, argumento falaz. Defraudan los que aúllan “fraude”.

Manuel Pedrero construyó su éxtasis en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, ahora sufre la agonía de ser señalado como un mercenario de la comunicación. Estrella fugaz en el firmamento de La Mañanera, ganó pesos, pero perdió piso. Joven promesa, defraudó demasiado temprano. Regreso a Zaid: “La decepción es una lucidez tardía. Desearse a sí mismo como objeto es abdicar como sujeto. Es alejarse de la vida real hacia la vida representada en imágenes de plenitud. Aunque haya tesón para lograrlo, y hasta un proyecto planificado, no suele haber mucha conciencia de que la supuesta plenitud es una degradación. Las implicaciones reales no se ven hasta que es demasiado tarde. Ser famoso consiste en ser tratado como objeto”. Así Manuel, un objeto de desprecio.

(José Jaime Ruiz: Escritor, poeta y periodista, es autor de los libros La cicatriz del naipe (Premio Nacional de Poesía “Ramón López Velarde”), Manual del imperfecto políticoCaldo de buitre y El mensaje de los cuervos. Es director fundador de la revista cultural PD. y de Posdata Editores. Dirige el periódico digital www.lostubos.com.)

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// José Jaime Ruiz

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Autor: stafflostubos
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