Una fina capa de nieve matinal no impidió que millares de pequineses disfrutasen hoy del Festival de las Linternas, una celebración en la que dragones, bailarines y farolillos rojos se dan cita para despedir los festejos del Año Nuevo chino.
Con una historia que se remonta a tiempos de la dinastía Han (206-220 a. C.), esta celebración, también conocida como «yuanxiao jie», da la bienvenida a la primera luna llena del entrante Año del Cerdo, poniendo punto y final a dos semanas de festejos por todo el país.
Si bien la forma de celebrarlo varía según la zona, todos los chinos tienen la costumbre de comer «yuanxiao» -también conocidos como «tangyuan» en el sur-, unas bolitas de arroz glutinoso rellenas de azúcar, sésamo o pasta de judías y cuyo nombre suena como la palabra «unión».
Pero los auténticos protagonistas de esta festividad son los innumerables farolillos de color rojo o «huadeng» que pueblan calles, semáforos y hogares de China durante estos días, muchos de los cuales contienen acertijos, otro de los distintivos principales de esta fiesta.
De hecho, millones de estos faroles iluminan por la noche las principales ciudades del país, pese a que prohibiciones como la de Pekín de tirar petardos -aunque no todos la cumplen- han mermado el toque tradicional del festival en los últimos años.
En lugares como Taiwán, la fiesta incluye una procesión con linternas y el lanzamiento al cielo de miles de faroles rojos, que se entremezclan con el olor del incienso quemado en la isla.
Esta celebración tenía en el pasado un innegable aroma romántico, pues suponía una de las pocas ocasiones del año en la que los jóvenes podían pasear juntos de la mano, dando origen a muchos romances a la luz de los faroles iluminados.
Con todo, miles de vecinos de Yufa (en el sur de Pekín) hicieron frente al frío y a la nieve esta mañana para celebrar el Festival de las Linternas en la Plaza de la Cultura, que sirvió de sede para trece actuaciones musicales y de danza tradicionales.
Dos de ellas están reconocidas, además, como patrimonio cultural intangible de China: es el caso del «wuchaozi», un baile con platillos con más de 300 años de antigüedad, y del «chonggehui», otro tipo de danza proveniente de la provincia de Hebei (norte).
Es esta última la más impresionante y la que más curiosos atrajo, tanto por la vistosidad de los maquillajes de ópera chinos como por la enorme complejidad técnica que entraña bailar con uno o dos niños pequeños sobre los hombros.
Entre los representantes de esta complicada coreografía está nada menos que Li Jinzhe, un joven atleta de élite que ostenta el récord chino de salto de longitud (8,47 metros) y que practica el «chonggehui» desde hace más de 15 años.
«Descubrí esta danza mientras tenía una lesión en la pierna y estaba recuperándome en casa. Me fue muy útil», afirmó el deportista.
«Esta es una práctica bastante arriesgada y requiere muchísimo entrenamiento», agregó, aunque admitió que no es necesario ser un saltador de talla nacional para realizar este baile originario de la dinastía Qing (1644-1911).
En la plaza tampoco faltó hueco para los míticos dragones chinos y para media docena de grupos musicales, que alternaban frenéticos ritmos de tambor con el golpeteo de unos platillos, provocando un ruido ensordecedor.
No obstante, en Yufa no todos abogan por celebrar el Festival de las Linternas al aire libre: algunos recurren a las manualidades tradicionales, confeccionando bajo techado desde las típicas máscaras chinas hasta figuras de papel cortado.
Toda una serie de celebraciones despiden la festividad más importante del año en China, todavía repleta de supersticiones y ritos religiosos pese a la creciente modernización del gigante asiático.