Por Francisco Villarreal
El documento dice: “Un total de 29 086 medidas de cebada fueron recibidas a lo largo de 37 meses”. Está firmado por un tal Kushim. El tipo no fue un profeta ni un ángel dictando textos sagrados sobre dioses creadores y patriarcas míticos; fue una persona real que consignó un inventario comercial en una tabla de arcilla hace alrededor de 5 mil años. Vivió en Uruk, junto al río Éufrates, en una zona en donde debió estar localizado el legendario Jardín del Edén. Así como la expulsión del hombre del Paraíso marca un castigo y un estigma para la humanidad devota, para todos determina la transición entre la humanidad cazadora, recolectora y nómada, a la formación de civilizaciones sedentarias, artesanas y agricultoras. Esto obligó a reajustar la organización social, creando oficios y clases especializados, donde eventualmente habría excedentes de producción que originaron otra maldición, esta vez no bíblica: el comercio. El señor Kushim no aclaró si el tráfico consideraba elementos sustanciales al comercio como superávit, costes de transporte, aduanas, diplomacia, geopolítica o la palabra favorita del actual presidente gringo: aranceles. Supongo que los reyes de Uruk no obligaban a sus vecinos cercanos o distantes a comprarles productos que los urukenses apenas producían, es decir, humo; tampoco los castigaban, invadían o les retiraban el saludo por buscar mercados “simi”, lo mismo pero más barato. La prosperidad de Uruk pudo no ser equitativa para todos los urukenses, pero se mantuvo hasta que dejó de ser sustentable, el dios de los meteorólogos es implacable. Lo que sí debieron entender los gobernantes de Uruk es que la guerra no es buena para el comercio, a menos que tu mejor producto sean armas, y que no es bueno vender armas a quienes eventualmente podrían usarlas contra ti. Se tiene que ser cínico y codicioso para facilitar conflictos sólo para vender armas a los pleitistas. El problema no es tanto que las usen entre ellos sino lo que harán con ellas cuando dejen de pelear. Sería inútil tratar de razonar en estos términos arcaicos pero muy válidos con el presidente estadounidense en turno, la megalomanía es gritona pero sorda. Es obvio que, como dice el refrán, el pez se empieza a pudrir por la cabeza; además ya se nota que el ídolo MAGA asoma los pies de barro y hierro desde sus insuficientes venas varicosas. Parece que Nabucodonosor soñó en su propio “ídolo con pies de barro” pero también en el de Trump.
Estamos en vísperas de que llegue otro de los plazos traicioneros que ha puesto Trump al mundo, y a México. Agosto canicular es cuando el estafador de la Oficina Oval dice que impondrá aranceles a diestra y a siniestra. Aunque lo maneje como un triunfo y sí esté consiguiendo recursos por esa vía, la recaudación se atora en el aparato federal y cada arancel implica un eventual aumento en el precio final de los productos para los ciudadanos estadounidenses. El truco del arancel castiga al consumidor gringo y, aunque afecta a los países exportadores, no los arruina ni los acorrala. La definición final de la amenaza arancelaria se ve ahora más como un momento necesario para un cambio radical en el comercio, y esta vez no sería el dictador gringo quien dirigiría el rumbo de la economía mundial. Recién, Donald J. Trump festejó en sus redes sociales su triunfo sobre Japón. Lo cacareó como si repitiera la “hazaña” de marzo de 1945, cuando Estados Unidos arrojó toneladas de bombas incendiarias sobre Tokio… o el reciente bombardeo contra Irán. ¿Esa es la grandeza que busca? Sólo por curiosidad, revisé algunos medios japoneses y asiáticos y me topé con una sorpresa. La “maravillosa” inversión japonesa que dice Trump que consiguió para EEUU es igual o menor a la que siempre ha habido. El castigo arancelario recíproco de un “piadoso” 15%, no obliga a Japón a comprar productos gravados. La exportación de autos gringos tampoco es segura, porque no son aptos para el transporte y la vialidad japoneses. De hecho, no vi por ninguna parte ni la firma de un tratado ni una fecha para firmarlo. Y si consideramos que la única posible certeza es la palabra de Trump coreada por sus secuaces, creo más en las historias del Barón de Münchhausen, que por lo menos son mentiras divertidas.
El demente racista y autócrata de Mar-a-Lago ha generado una enorme crisis mundial, no sólo en el comercio, también en la organización geopolítica. Aunque no ha sido el principal responsable, desde su apoteosis presidencial a la fecha la irritación entre países y contra Estados Unidos sube de intensidad al grado de urticaria política. La incertidumbre en los mercados se translitera a la diplomacia. La imposición de aranceles es sólo un factor. Trump está destruyendo la estabilidad de Estados Unidos e impulsando brutalmente su idea de grandeza estadounidense. ¿Grandeza? Un gobierno igual a cualquier cártel del crimen organizado, que estafa, extorsiona, cobra “piso”, secuestra, “desaparece”, que desprecia las leyes, y que calla de cualquier forma, legal o ilegal, a sus adversarios… Su “grandeza” empieza por una limpieza racial, un control terrorista de los medios de comunicación, y ahora, además, su reciente pogromo contra los estadounidenses sin hogar, culpables de no tener ni dónde caerse muertos. ¿Los recibirá el alcaide Bukele también en sus calabozos? No hay argumentos posibles para negociar con quien impone reglas sin sustentarlas, y las cambia a su antojo. Un mafioso en toda forma. Se entiende que su gobierno trate con tanta familiaridad a los capos mexicanos que debería juzgar y negocie con ellos. Son hermanos de leche… y de sangre.
En el caso particular de México, su amenaza arancelaria se originó en dos pretextos, que no argumentos: la migración y el tráfico de fentanilo. El primero no tiene sentido, se debe ser muy tonto o estar desesperado para intentar migrar hacia un país donde se persigue a los migrantes con leyes y sin ellas. Los cárteles de narcotraficantes son un tema sensible que México enfrenta, pero que el gobierno de Trump no. Si sus sabuesos persiguieran a las redes de tráfico de drogas y armas con el mismo ahínco con el que persiguen migrantes no blancos, tendrían su problema resuelto, y en gran medida también el de México. Pero esta animosidad del dios de la comida chatarra contra México también es una oportunidad para los mexicanos. Durante siglos hemos enfrentado crisis peores, y demostrado que la resiliencia es una virtud genética. Si la insuficiencia venosa de Trump ha contagiado al comercio y a las cadenas de suministro, México tiene una opción ahora, y que podría mejorarse cuando se “revise” el tratado de libre comercio. La doctora Sheinbaum ha sido muy lateral en su involucramiento en temas de su partido. Era de esperarse que Morena se estremezca desde adentro, puesto que está configurada como una capirotada de tendencias. La opción inmediata de la Presidenta es consolidar su gobierno bajo el principio de un liderazgo distinto al partidista. En principio, Morena no es un partido sino un movimiento popular, y es ahí en donde debe sostener su liderazgo, y es desde esa militancia popular empoderada por una verdadera representación en el gobierno desde donde el movimiento morenista tendrá que depurarse por sí mismo. La doctora Sheinbaum no tiene que hacer nada más que gobernar garantizando libertades, derechos y sobre todo soberanía que o es popular o no es.
Por otro lado, falta ver ahora cuáles son nuestros mentados planes B, C, D, etcétera. Es obvio que no podemos seguir dependiendo de la política caprichosa de un patán. México no es el único afectado por Trump, y por nuestra situación geográfica debemos fortalecer relaciones comerciales y diplomáticas con el resto del mundo. Si Trump prefiere los sosos tomates de Florida para sus papas con cátsup, que se los coma. Habrá que hacer una reingeniería de rutas y tratados comerciales. Vender y comprar a países en los que se pueda confiar y que traten a nuestros productores con respeto. El TMEC ha servido un poco para paliar impactos arancelarios, pero ya es un lastre, y eventualmente habrá que sacar del trío al “elemento gacho”. La doctora Sheinbaum tiene una oportunidad histórica para posicionar a México en el contexto internacional. Pero no sólo con diplomacia y tratados, también deshaciéndose de lastres externos e internos. Aunque suene ajeno al incordio anaranjado, la doctora Sheinbaum debe apurar el paso no sólo por las rutas comerciales, también por las sociales. Se trata de un nuevo impulso a la democracia atendiendo factores clave que fortalecerán al país entero y a su liderazgo internacional. No más modelos económicos dictados por EEUU o por el Banco Mundial, o por el FMI: la soberanía económica sobre modelos propios. Una cruzada también contra la desigualdad y la injusticia. El combate feroz contra la corrupción. Pero muy especialmente la innovación e inversión puntual en salud, educación (pensamiento crítico) e investigación, esos factores elementales del desarrollo y la democracia que están siendo desmantelados por Trump en Estados Unidos.
Donald J. Trump y su élite fascista, siempre serán una amenaza para México. La imposición de aranceles o su condonación nunca nos garantizarán respeto, ni la renuncia al intervencionismo, ni la coexistencia pacífica. No es la diplomacia con el gobierno trumpista lo que nos blindará de su agresividad, por ahora económica y verbal. Es la diplomacia internacional lo que puede reforzarnos. Y es la correcta comunicación entre pueblo y gobierno, entre exigencias populares y acciones oficiales, lo que inyectará adrenalina a nuestra resiliencia. Lo siento por la oposición ciega y algunos medios comparsas de la ultraderecha, porque en la medida en que la agresividad de Trump se incremente contra México, los ataques opositores al régimen se ven cada menos como crítica y más como simple e imperdonable TRAICIÓN.
José Francisco Villarreal ejerció el periodismo noticioso y cultural desde los años 80. Fue guionista y jefe de información en Televisa Monterrey. Editó publicaciones y dirigió el área de noticias en Núcleo Radio Monterrey. Durante el neolítico cultural de Nuevo León, fue miembro del staff del suplemento cultural “Aquí Vamos”, de periódico “El Porvenir”; además fue becario de la segunda generación del Centro de Escritores de Nuevo León. Ha publicado dos poemarios: “Transgresiones” y “Odres Viejos”. Actualmente en retiro laboral, cuida palomas heridas y perros ancianos mientras reinventa la Casa de los Usher.



