Por José Jaime Ruiz
Los versos de La suave patria de Ramón López Velarde definieron al México parroquial. El más conocido, quizás, es el que pregona: “El Niño Dios te escrituró un establo/ y los veneros de petróleo el diablo”. El tema central del petróleo en México es el colonialismo. Lustros después del famoso dístico, el presidente Lázaro Cárdenas des/escrituró el petróleo con su expropiación. El populismo priista de la dictadura perfecta fue delirante: “En la época actual, los países pueden dividirse entre los que tienen y los que no tienen petróleo. Nosotros lo tenemos”. También: “Tenemos que acostumbrarnos a administrar la abundancia” (José López Portillo).
La abundancia, depuesto el populismo, fue administrada por los neoliberales, el colonialismo y la oligarquía con el lento y profundo desmantelamiento de Pemex desde Carlos Salinas de Gortari y Joaquín Hernández Galicia, la Quina (acabar con el sindicato corrupto, pero nacionalista), hasta las reformas estructurales de Enrique Peña Nieto y su privatización energética. Con Andrés Manuel López Obrador revive el nacionalismo soberano (negociación del T-MEC) y la reestructuración de Pemex en una propuesta ideológica, política y económica: los veneros de petróleo ya no serán escriturados por el diablo del neoliberalismo.
Cambio con continuidad, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo se siente orgullosa, y con animosa razón, de la visión de futuro del nuevo Pemex: una reforma integral, con la creación de un fondo de inversión por 250 000 millones de pesos, una emisión de deuda por $12 mil millones USD, y el objetivo de que Pemex sea autosuficiente financieramente para 2027 y reduzca su deuda a US 77 300 millones para 2030; una política de austeridad republicana interna; reestructura total enfocada en combatir el robo de hidrocarburos (huachicol); limitar la producción a 1.8 millones de barriles diarios por razones ambientales; políticas hacia la sostenibilidad (energías limpias y clima).
“Como la hidra, el petróleo renace multiplicado de una sola cabeza cortada. Semen oscuro de una tierra de esperanzas y traiciones parejas, fecunda los reinos de la Malinche bajo las voces mudas de los astros”, escribió Carlos Fuentes en su novela La cabeza de la hidra. La Cuarta Transformación de la vida pública del país y el neo/cardenismo: primero los pobres, primero la soberanía; el fin de los reinos de la Malinche, del colonialismo y la oligarquía; escrituración soberana del petróleo sin diablo neoliberal de por medio.



