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Por Francisco Villarreal

Supongo que poca gente recuerda los viejos tiempos en los que ver televisión no era tan común. La radio era el recurso para la información y el entretenimiento. Esas emisiones tenían varias ventajas sobre la TV. Destacaría que no te obligan a inmovilizarte frente a un aparato, pero sí te obligan a ejercitar una facultad humana, invaluable pero lamentablemente cada vez más inusual: la imaginación. En esos viejos tiempos, yo y muchos veíamos TV en alguna casa particular donde nos cobraban 20 centavos por sesión. Había señoras muy emprendedoras que nos vendían tostadas rojas con frijoles, repollo y chile, fritos (aquellos viejos “churritos”, hoy casi extintos), y algún vaso con agua fresca para pasar el bocado. De ese entonces, a veces pagando, a veces gratis en casa de mi tía Veva, recuerdo uno de mis programas favoritos: “La Dimensión Desconocida”, “The Twilight Zone”, que se emitió entre 1954 y 1964 y que en México vimos años después doblada al español. Hoy conservo la colección completa de todas las temporadas y la película de 1983. Las cuido como joyas, con más celo que el Louvre. En la presentación que hacía el genial Rod Serling en la primera temporada, remataba diciendo “…una dimensión desconocida en donde nacen sucesos y cosas extraordinarias como lo que ahora vamos a ver. ¿Que no es posible? Todo es posible en el reinado de la mente. Todo es posible en La Dimensión Desconocida”. No era sólo Ciencia Ficción, era algo mucho más importante, incompatible con la realidad pero con una potencia crítica demoledora.

Disfruté, y disfruto aquella serie cada vez que puedo. Claro que no esperaba que la ecuación de la realidad se rompiera. La ficción puede ser mucho más cómoda. Pero este domingo por la noche y lunes por la mañana, me hallo en algún episodio apócrifo que Serling no se atrevió a realizar: las elecciones en Argentina. Sé que los argentinos son hijos de un mestizaje menos intensivo que el nuestro, y que además son proclives a arrastrar el árbol genealógico europeo con más pruebas fehacientes que las de nuestros “mexicanos europeos”. En esto último tienen razón, puesto que muchos son descendientes de inmigrantes y hacen bien en recordar y honrar su origen. La posibilidad de que muchos argentinos puedan elegir tener varias nacionalidades por su origen, podría explicar el desapego nacional con el que se votó este 26 de octubre. Sucedió lo impensable: armaron a un lunático ultraderechista y corrupto con un contingente de legisladores que lo apoyarán en su miserable subordinación ante el otro loco, y además asesino, que preside el gobierno de Estados Unidos.

He visto titulares en los que se destacan las elecciones intermedias argentinas como una victoria de Javier Milei, no he visto a alguno que lo describa como una derrota para Argentina. Porque Milei no derrotó a la oposición, la oposición (léase “peronismo”) se derrotó sola. Añadiría que tampoco fue una victoria de Milei, ni siquiera de Donald J. Trump, quien es lo bastante cínico como para presumir su “apoyo” (léase extorsión) en este proceso. Injerencia vil y descarada. Tal parece que los electores que votaron y los no pocos que se abstuvieron de votar, lucharon contra sí mismos, y ganaron derrotándose. Es pronto para prever las consecuencias de estas elecciones. Se ha manejado mediáticamente como un plebiscito que ratifica al demente de la motosierra. La gestión de la nueva legislatura tiene la palabra, aunque significa también una recomposición de fuerzas hacia adentro de la ultraderecha “libertaria” que de suceder, no será nada discreta. De entrada, al margen del comportamiento del cambio peso (argentino) – dólar, la “libertad” avanza, sí, pero contra el sistema laboral, destruyendo la noción del trabajador colectivo a favor de una relación personalizada entre el individuo y su empleador, con prácticamente ningún derecho para el trabajador y muchos privilegios para el empleador. Se especula también, con mucha razón, la eventual sesión de los recursos del país a la voracidad de Estados Unidos y de las grandes empresas en general. Se habla de claudicación de la soberanía territorial y de la dictadura política y económica ejercida ya no desde los “milicos” y empresarios gauchos sino desde la Oficina Oval y su sucursal en Mar-a-Lago. No se ve respiro para el daño que ya se ha hecho a la economía, a los jubilados, a la educación, a la salud… El pueblo argentino sigue siendo los conejillos de Indias en el “experimento” libertario. Nunca como ahora la “Casa Rosada” se ha visto más rosada, pero de vergüenza.

Este escenario convierte a la orgullosa Argentina en una especie de protectorado gringo. Ya se había advertido hasta el hartazgo sobre la incompetencia de Milei. Durante meses, medios antilibertarios e incluso medios oficialistas, cantaron a coro la corrupción de Milei y su hermana, la infiltración del narcotráfico en el partido mileísta, el deterioro social, la represión, la inconsistencia política del presidente. Aquello parecían canciones de Pimpinela. Frente a esto, el resultado electoral es desconcertante, e inexplicable pese a que analistas se afanan en explicarlo. Es fácil culpar al antiperonismo, pero eso no explica por qué poco más de la mitad del padrón electoral redujo el contrapeso legislativo a un presidente que ha desmantelado el gobierno y ahora sigue desmantelando a la sociedad. Yo en lo particular no lo entiendo.

Hace años, platicando con mi querida Rosaura Barahona, nos asombrábamos (y alarmábamos) de que los ciudadanos estadounidenses hayan elegido a Trump como presidente en su primera gestión. Rosaura ya tiene todas las respuestas porque ya no tiene dudas. Yo sigo sobre ascuas, primero por la reelección de Trump, luego por el ascenso de la ultraderecha internacional, y además por la impunidad de Netanyahu, la osadía de Noboa, el cinismo de Boluarte, la insidia de los líderes europeos, la hipocresía de Zelensky, la ferocidad de Putin, la parsimonia cómplice de los líderes árabes, el entreguismo traidor de la Téllez y el Alito, la morosidad frenética de Salinas… Este no es un mundo que me hubiera gustado ver antes de irme. Es como estar en uno de los episodios de “La Dimensión Desconocida” minutos antes del final, cuando todo me advierte de un desenlace funesto. ¿Y Milei? A todas luces otro espeluznante episodio similar, pero doblado al lunfardo. “¡No pienses más, sentate a un lao, que a nadie importa si naciste honrao! Es lo mismo el que labura noche y día como un buey, que el que vive de los otros, que el que mata, o el que cura, o está fuera de la ley”, profetizó Discépolo.

José Francisco Villarreal ejerció el periodismo noticioso y cultural desde los años 80. Fue guionista y jefe de información en Televisa Monterrey. Editó publicaciones y dirigió el área de noticias en Núcleo Radio Monterrey. Durante el neolítico cultural de Nuevo León, fue miembro del staff del suplemento cultural “Aquí Vamos”, de periódico “El Porvenir”; además fue becario de la segunda generación del Centro de Escritores de Nuevo León. Ha publicado dos poemarios: “Transgresiones” y “Odres Viejos”. Actualmente en retiro laboral, cuida palomas heridas y perros ancianos mientras reinventa la Casa de los Usher.

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// Francisco Villarreal

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Autor: lostubos
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