Por Zaira Eliette Espinosa
Qué importante es acercarnos a la historia de los espacios que conforman nuestros orígenes. La única manera de conocer nuestros antepasados queda en la palabra escrita. La investigación y labor de los cronistas e historiadores se convierte en parte del patrimonio vivo cuando ya sale a la luz un trabajo publicado como libro.
Este es el caso de “La Leona” que como subtítulo lleva “Una fábrica, un pueblo, un colegio al pie de dos montañas majestuosas” obra del comprometido cronista de las raíces norestenses, Antonio Guerrero Aguilar.
La Leona es ese territorio en el cuál se fundó una de las tres industrias textiles más importantes de finales del siglo diecinueve. Era el año de 1874 y ya Nuevo León se perfilaba como un nicho de desarrollo económico para México.
En Santa Catarina ya existían La Fama y en Santiago, la fábrica El Porvenir. En lo que llegó a ser la Hacienda de San Pedro se fundó La leona, por los empresarios Roberto Law y Andrés Martínez Cárdenas.
Guerrero Aguilar, describe de manera cronológica cuáles fueron las condiciones que dieron lugar a que otra fábrica textilera se desenvolviera. Cuando se habla de los inicios de la industrialización en Nuevo León, nos remontamos a 1848 y de los primeros inversionistas regiomontanos que decidieron abrir fábricas dedicadas a la producción de hilados y tejidos.
Durante 1867 y 1890, menciona Guerrero Aguilar, la actividad comercial pasó por un período de crisis. Monterrey ya no tenía ventajas como centro de distribución entre México y el sur de los Estados Unidos, entonces los capitalistas cambiaron la estrategia “si el comercio de mercancías no traía beneficios, era necesario producirlos”.
“El proceso industrializador se cumplió cabalmente con la apertura de Cervecería Cuauhtémoc en 1890 y la Fundidora de Monterrey en 1900”.
La creación de la Leona contribuyó a que la zona se desarrollara de tal manera que se convirtió en una comunidad apoyada por el trabajo en las plantas de producción de las telas. La fuerza motriz de las aguas la obtenían del cañón de Santa Catarina.
Resulta muy cautivadora la lectura de cómo se accionaban los husos y telares, cómo era relevante la rueda hidráulica, la adquisición de nueva maquinaria desde Estados Unidos, pero además todo lo concerniente a lo operativo, fundadores propietarios, las ventas, los problemas políticos que propiciaron toma de decisiones empresariales; la relación de la comunidad obrera con la fábrica, las condiciones de vivienda (antecedentes de creación de escuelas y centros de salud).
La Leona entra a categoría de hacienda en 1889, ya con una estación de tren a la que llegaron y plasmaron su presencia en registro personalidades como Porfirio Díaz, Francisco I. Madero y Álvaro Obregón.
Apellidos como Llaguno, Farías, Cantú, Herrera, Treviño o Zambrano, entre otros destacan en la historia de este lugar que en la memoria de los nuevoleoneses sigue aportando sentido a su geografía.
El municipio de San Pedro Garza García tiene en su patrimonio vivo no solo este meritorio libro sino también el trabajo y la curiosidad perenne de autores como Guerrero Aguilar que hacen que nuestra identidad se refleje también al reconocernos en la naturaleza que con pasión describe.

La leona
Antonio Guerrero Aguilar
(Fondo Editorial Nuevo León / SPGG, 2019)



