Por José Jaime Ruiz
Aquel 24 de junio de 2019, el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador visitó Quintana Roo, el tema de la conferencia mañanera fue el sargazo. Su outfit blanco combinaba perfectamente con su pelo cano. Alguna pregunta final sobre el pésimo servicio de recolección de basura en Cancún, la denuncia contra una empresa de Carlos Canabal, quien fue presidente municipal de esa ciudad (“quizá el más corrupto”) y que también “percibe una publicidad de un millón de pesos en el municipio de Benito Juárez”. Luego la condescendencia en el cuestionamiento: “¿Qué le pudiera usted sugerir a la presidente Mara Lezama, que es una persona honesta y trabajadora, con relación a este tema?”. Al vuelo, López Obrador toma el sencillo pitcheo, hit rasante por la izquierda: “Que se acabe la corrupción en México. ¿Y saben qué? Con todo respeto, que ya no se cultive tanto chayote”.
En su discurso de toma de protesta, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo enfatizó que garantizaría todas las libertades, incluyendo la de expresión y de prensa, y afirmó que la “corrupción debe combatirse por ética y por principios, pero también porque ahí radican los recursos necesarios para el bienestar del pueblo y el desarrollo de la nación. En pocas palabras, la honestidad da resultados. Además, la autoridad moral es lo más importante y esa no se compra en la esquina, se construye con una sola mística, la de luchar con honradez todos los días, por un México con justicia, democracia y libertad” (Diario de una transición histórica. Claudia Sheinbaum, Editorial Planeta, p. 210). Y, sin embargo, mientras exista el embute, la libertad de expresión es un eufemismo. ¿Se cultiva el chayote en el Segundo Piso de la Cuarta Transformación de la vida pública del país?
El 9 de octubre, en La Mañanera de Claudia, la Presidenta prometió abrir los pagos que su Gobierno deposita a los medios de comunicación corporativos, a los medios colaborativos y a influencers y youtuberos. Dos meses después, a principios de diciembre, también se inquirió a la doctora acerca de los montos de los contratos y solo respondió escuetamente que “se los debo”. Para combatir la especulación, la sospecha, la opacidad, convendría a este Gobierno informar sobre el tema antes de que termine el año. En un Gobierno que pregona la autoridad moral, la mística de la honradez, conviene no patear el bote de la rendición de cuentas y de la transparencia.
¿Se cultiva el chayote en la 4T? No hay evidencia porque el Gobierno de Sheinbaum es opaco en el tema de la publicidad. El escritor Ricardo Garibay hacía una distinción básica, aunque muy impugnable: “Insisto en que el reportero puede decir la verdad, aunque no toda, si recibe chayote; pero si el reportero consigue publicidad, ahí sí que no puede decir absolutamente nada. Va a decir lo que le ordene quien le da la publicidad. Si usted se convierte en un publicista, usted es un hombre que se hace rico muy aprisa, pero usted deja de ser periodista, indudablemente”. Para actualizar la idea de Garibay solo tenemos que sustituir la palabra “publicista” por “youtubero” o “influencer”.
Manojo de billetes embutidos en la boca para comprar el silencio, esa “prebenda en efectivo o en especie que se les entrega a los periodistas con el fin de evitar alguna posible crítica o, en su caso, conseguir algún tipo de elogio; es, por sí mismo, un salvoconducto a la autocensura” (Elías Chávez citado en “El fenómeno del embute periodístico durante el periodo salinista”, Carlos Alonso Alcántara). ¿Se cultiva el chayote también en la 4T? ¿Se acabaría el chayo como de rayo? Tal parece que no. Contra la libertad de expresión y de prensa, el libertinaje del elogio y de la autocensura. Un outfit blanco para el periodismo, tan urgente y necesario.
(Escritor, poeta y periodista, es autor de los libros La cicatriz del naipe, Premio Nacional de Poesía “Ramón López Velarde”, Manual del imperfecto político, Caldo de buitre y El mensaje de los cuervos. Es director fundador de la revista cultural Posdata y de Posdata Editores. Dirige aguaquemada.mx y www.lostubos.com.)
