Texto publicado en Agua Quemada
Por Inocencia Artificiaga
A diferencia de nuestro querido Andrés Manuel —ese presidente que, con todo y cornadas, prefería tomar el toro por los cuernos—, la presidenta Claudia Sheinbaum ha refinado una tauromaquia más elegante y mucho menos sangrienta: el capote bien doblado, la media vuelta oportuna y la faena eternamente aplazada para que otros entren al quite. Si es que entran.
No es cobardía, es método. No es silencio, es dosificación del tiempo. La doctora no gobierna con fórmulas científicas sino con rutinas discursivas, esas que no explican nada pero lo prometen todo. Un repertorio del diferimiento que ya podría imprimirse en tarjetas oficiales:
Vamos a pedir la información y con gusto se las presentamos.
Déjenme pedir el dato preciso.
Le voy a pedir al área correspondiente que nos mande la información.
No traigo el dato aquí, pero lo conseguimos.
Vamos a revisar el caso y regresamos con la información.
Prefiero no adelantarme, vamos a pedir el informe completo.
Que nos apoye la dependencia con los datos.
Es importante tener el dato correcto; lo vemos y lo informamos.
Vamos a pedir que nos envíen una nota informativa.
No quisiera dar una cifra imprecisa; mejor lo confirmamos.
Y así.
Y así.
Y así.
La ciencia espera. El dato también. La respuesta nunca llega, pero donde el capote se vuelve obra maestra es en el tema del huachicol. Ahí la presidenta ejecuta el número completo de escapismo institucional. No sabe, no vio, no le dijeron. Como si no fuera la jefa del Estado. Como si la responsabilidad fuera una silla giratoria que siempre apunta a otra oficina.
Alex Tonatiuh Márquez Hernández, quien se desempeñaba como director de Investigación de la Agencia Nacional de Aduanas de México, ya no labora ahí. Punto. Fin del acto. El vecino de Tlalpan cambió su domicilio a un lujoso departamento en Polanco. ¿Por qué? Fue una decisión que tomó el director de Aduanas, soltó la presidenta con una chicuelina. Como si el director aduanero no le informara a la presidenta, como si no se reunieran cada lunes, como si el poder funcionara por generación espontánea.
Aquí no hay responsables, sólo decisiones administrativas huérfanas. Nadie manda, nadie sabía, nadie respondió. El Estado como casa embrujada: las cosas se mueven solas, los funcionarios aparecen y desaparecen, y la presidenta observa desde la platea, sorprendida, como el público.
Escurrirse de responsabilidades es el nuevo sello. No confrontar, no asumir, no responder. Gobernar desde el “vamos a pedir”. Un país en pausa permanente, conducido a base de posdatas. A Lord Relojes le marcaron la hora porque, parece obvio, no impulsó la trazabilidad aduanera sino la “transabilidad” huachicolera.
Claudia o el arte de Houdini: esfumarse a la vista de todos. Salir del tanque sin mojarse. Desaparecer sin irse. No estar, estando. El problema no es el truco. El problema es que, mientras la presidenta se esfuma, el país sigue ahí, esperando la respuesta que siempre está por llegar.




