Por Félix Cortés Camarillo.
Has perdido la fe y te has vuelto medrosa y cobarde,
el hastío es pavo real que se muere de luz en la tarde
Agustín Lara, Hastío.
Aceptemos como una realidad incontrovertible que el éxito de Jaime Heliodoro que le llevó a ser gobernador del estado de Nuevo León fue una resonancia a escala de lo que sucedió con Andrés Manuel López Obrador a nivel nacional. La combinación de hastío y desilusión que una serie de gobiernos ineptos o corruptos, y tal vez hasta las dos cosas, provocó el voto de rechazo que los partidos tradicionales recibieron ante su incapacidad de presentar alternativas válidas al populismo que en uno y otro caso gobiernan al país y al estado.
El Bronco no ganó las elecciones para gobernador: las perdieron sus opositores incapaces.
Lo que resulta también indudable es que la teoría del método siguió fiel a las tradiciones nacionales. El aparato de la burocracia estatal se movió, sin duda alguna, para la recolección de las firmas de apoyo que la legislación electoral requiere para el registro de candidatos sin partido. En los tiempos laborales de esa burocracia obediente, y sin duda amenazada.
Las firmas se reunieron, el registro se otorgó y el resultado ya es historia
Y no.
En un afán que asemeja más a una lucha por prominencia mediática, el movimiento de una parte del Congreso del estado nuevoleonés parece haber sucumbido al mismo hastío o –sospecho yo– a la misma corrupción que procuraba combatir. De pronto, los esfuerzos por someter al gobernador a juicio político buscando su eventual destitución o por lo menos un pellizco a su peculio se ha desinflado, o los cabecillas del movimiento fueron ya convencidos de la futilidad de su empeño.
Paralelamente circula en los corrillos políticos la idea de que el gobernador preferirá el sacrificio de su secretario de Gobierno, Manuel González, antes que poner su cuello en la grillotina: de que lloren en tu casa a que lloren en la mía, prefiero que lloren en tu casa, dice un precepto ético de la política mexicana en este tipo de casos.
Lo más seguro, sin embargo, es que no pase nada.
Estamos nuevamente en los estilos de la presidencia imperial, en la que no se mueve la hoja de un árbol sin la voluntad del Señor.
Si el gobernador Bronco no tiene cuentas políticas pendientes con el presidente López, no le va a pasar nada.
Volveremos a las modalidades del hastío.
PILÓN.– No es pecado el mantener una postura ideológica cuando se está convencido de ella; por el contrario, es encomiable. Don Pedro Salmerón, en documento oficial del Instituto de Estudios Históricos de la Revoluciones de México calificó a los asesinos de Eugenio Garza Sada en un intento de secuestro en septiembre de 1973 de jóvenes valientes cuyos métodos criminales se justificarían por la carencia de vías democráticas de la transformación que buscaban.
Argumento falaz, desde luego. Pero el señor Salmerón, al “poner a disposición” del presidente su cargo alega en su carta de renuncia que “el pensamiento libre y la búsqueda de la comprensión histórica sirven a la derecha como pretexto para atacar al régimen”… y contradicen a la reconciliación de la República.
Ergo, sigue convencido de que los muchachos de la Liga Comunista 23 de Septiembre fueron unos valientes.
Muy su derecho a segur considerándolo así.
El que no tenía derecho a mantener en el cargo al señor Salmerón es el presidente López: el instituto mencionado arriba a una dependencia oficial, de la que el presidente es responsable.