«Creo que autodefinirme para un público sería configurar una imagen de mí. Quisiera que el lector entrara en el espacio de mis poemas con el mismo silencio e intimidad con los que se establece un vínculo personal. Por lo demás: soy muy apegada a mi casa, me gusta compartir el tiempo con mi marido, hablar con él, escucharlo. Siempre aprendo de él y de todos los seres vivos, sean animales o plantas, e incluso de mí aprendo. Tengo una actitud de eterna aprendiz ante la vida. También soy muy mamá, creo en mis hijos, en sus proyectos, y en ocasiones he trabajado con ellos. Me gusta mi trabajo en la Universidad. Aprendo mucho de mis alumnos y busco que luego ellos revisen mis poemas. Soy una codependiente de la crítica. Jamás suelto un poema que nadie antes haya visto o escuchado. Me gusta mucho cocinar y no diferencio la creación poética de la creación culinaria. En la sazón hay un ritmo, como en el poema. Hay distintos ingredientes y puedes provocar imágenes con el sabor. La aventura y el riesgo son mis aliados a la hora de emprender un propósito. Sin ellos qué sentido tendría atreverse a escribir. Pero escribir, ya lo dijo Marguerite Duras, también es una contradicción y un sinsentido, yo diría que además de callarse y aullar sin ruido, como ella dice, también es dejar hablar al silencio, y el silencio habla en la medida en que callamos y logra desplazar su lenguaje en la escritura. Clarice Lispector decía que ella escribía cuando dormía. No es la luz de la razón la que nos lleva al desborde de la imaginación, a encontrarle diques y cauces: es la luz del corazón, y esa habita en los sueños y en la vigilia, en la duermevela y en la pérdida del trámite rutinario. Hay que buscar el paraíso todos los días, encontrarle espacios a lo sublime, acceder a un minuto de gracia, por lo menos.» // Minerva Margarita Villarreal en Periódico de Poesía.