Por Francisco Tijerina.
“La violencia crea más problemas sociales que los que resuelve”
Martin Luther King.
Todavía no hace mucho, en la CDMX se vivían casi a diario marchas y protestas de todo, por todo y contra todo. Parte de la rutina normal de los capitalinos, además del “Hoy no circula”, era saber si ese día habría marchas y a qué horas estaban programadas.
Pero las cosas han cambiado.
Hoy una marcha ha dejado de ser una manifestación pacífica en protesta por algo o por alguien. Hoy una marcha es sinónimo de violencia, vandalismo, odio, daño, destrucción, insultos, agravios, reclamos.
Estoy de acuerdo en que este gobierno y todos los anteriores desde que llegó Hernán Cortés si se les antoja así, son culpables de no frenar la violencia contra las mujeres, pero no creo que causar daños a monumentos e infraestructura de la ciudad y atreverse a intentar hacer pintas en Bellas Artes les resuelva en un ápice su problema, reivindique su malestar o frene el fondo de su inconformidad.
Desde hace tiempo sostengo que el nivel de la violencia y polarización en México ha ido en aumento en los últimos meses. La intolerancia que se vive hoy es inaudita; el simple hecho de no compartir el punto de vista de alguien te convierte automáticamente en su enemigo.
Son irracionales.
El tímido intento de proteger monumentos por parte de las autoridades de la CDMX se vio rebasado en un santiamén. Y es que las personas que acudieron a manifestarse marchando en contra de la violencia hacia las mujeres llevaban consigo instrumentos de uso cotidiano como mazos y varillas y palos, algo común en el bolso de cualquier mujer.
Y si unos alcaldes van y rompen una puerta en San Lázaro, si unos “estudiantes” causan destrozos en la Rectoría de la UNAM o unas mujeres hacen pintas en el Hemiciclo a Juárez, como que va siendo hora de ponerles a todos un alto y pronunciarnos por el respeto.
El respeto, sí, a los demás, a las instituciones, a monumentos e instalaciones que son propiedad de todos, a los comerciantes a los que afectan con cada marcha, a los ciudadanos en su conjunto.
¡Ya basta!
Y es menester que las autoridades actúen con firmeza ante lo sucedido, porque de otra manera la polarización y el encono seguirán subiendo de tono hasta un punto en que se vuelva incontrolable.
La libre manifestación de las ideas es parte de nuestros derechos constitucionales. El vandalismo, los daños en propiedad ajena, el agravio y el insulto, no lo son y no podemos permitir que esto se convierta en algo común si no deseamos que crezca como un monstruo.