Es la hora de los recuentos y los balances después de los dos eventos mayores que las mujeres mexicanas protagonizaron el sábado y el domingo. Cada quien hará sus cuentas y sacará sus conclusiones, y los medios están repletos de análisis diferentes. Casi todos coinciden en que nuestro país, con la marcha del domingo y el paro del lunes ha cambiado decididamente; por lo menos hacia un reconocimiento de uno de las mayores manifestaciones de la violencia, la indolencia y la impunidad que son el principal obstáculo para que en nuestro país comience a imperar la justicia, la violencia cotidiana hacia nuestras mujeres.
El propio presidente López hizo su persona balance; yo voy a hacer el mío.
Andrés Manuel volvió a repetir una de sus cantaletas preferidas, que le ha permitido dejar hacer a los provocadores anarquistas que se infiltran en cada marcha o manifestación que se presente en la capital para provocar por medio del vandalismo y la violencia una respuesta represora por parte del poder. Nunca se va a ejercer la violencia en contra de nadie y se respeta el derecho de cada quien a expresar su manera de pensar, sus convicciones. Por otro lado, sin embargo, el presidente López –respondiendo a la pregunta a modo de uno de los supuestos periodistas que asisten a sus sermones mañaneros- se refirió a una de las encapuchadas vandálicas que, no me consta, fue entrevistada por Carmen Aristegui. Esta joven habría afirmado que el objetivo de sus acciones era derribar al presidente López.
La respuesta del presidente López era perfectamente previsible: es que están muy enojados. Ellos, los neoliberales. La explicación es pueril y se refiere a una de las leyes elementales de la física: a toda acción corresponde una reacción. Como nos encontramos ante una verdadera cuarta transformación, todas estas manifestaciones de descontento, que se toleran, no son para el presidente López más que una reacción ante la acción benéfica de su gobierno.
El discurso es astuto, pero no inteligente; se está aprovechando del desprestigio que los reaccionarios han cosechado en nuestro país como emblema de su retrógrada ideología, opuesta a todo lo que signifique progreso y beneficio social.
Yo creo, con toda sinceridad, que el presidente López perdió una estupenda oportunidad de dar un giro de corrección a la línea descendente de su aprobación entre la ciudadanía mexicana. Pudo haberse comprometido –debió haberlo hecho- con la causa noble de las víctimas de feminicidio. Pudo haber dado a conocer su decisión –debió haberlo hecho- de acabar con la impunidad del machismo golpeador y asesino, explotador e injusto de las mujeres trabajadoras, expoliador de las madres solteras y de las hijas sin padre.
No lo hizo. En su obcecada actitud, insistió en ratificar su convicción de humanista, evitando cuidadosamente contaminarse del término feminista. Él debe saber lo que hace.
Los partidarios ciegos del presidente Andrés Manuel no van a cambiar sus convicciones y seguirán a su Mesías hasta el final. Sin embargo, más de la mitad de la población de México son mujeres. Y esas mujeres, lo hayan manifestado sábado y domingo o no, ya están hartas de esa manifiesta, cotidiana y sangrienta violencia en su contra. Si no lo hicieren en las próximas elecciones, su propio género se los reclamará, lo cual es irrelevante; pero lo seguirá sufriendo, que eso sí es grave.
PARA LA MAÑANERA.– Señor Presidente, con todo respeto: ¿ya le dijeron los miembros de su gaviete que hemos entrado en una crisis económica global sin precedentes, que el precio del petróleo se fue al piso y que el peso mexicano fuerte, del que Usted tanto presume anda volando muy bajo?