Allá en la trinchera
Allá donde quieran
Me juego deveras
por mi pabellón
Federico Ruiz,
el más mexicano de los músicos gallegos,
Yo me muero dondequiera
Nacido de insatisfacciones y del fracaso sexual (que fallé como amante), el machismo mexicano es sin duda alguna el más ramplón y detestable de todos los machismos, principalmente porque gracias a los medios masivos de difusión y de entretenimiento se ha anidado muy profundamente en la ideología de los mexicanos y las mexicanas, lo que le hace prácticamente indestructible. Esa obcecación aplicada a lo invencible de nuestras convicciones si nos aferramos ciegamente a ellas tiene varias respuestas para la popularidad –así de devaluada, así de vilipendiada- que el presidente López disfruta todavía entre su electorado, numeroso aún.
Andrés Manuel López Obrador no va a morir de parto, como dice uno de los apotegmas del macho mexicano. Tampoco morirá a consecuencia de la muy posible adquisición por su parte del contagio del coronavirus, ni de un esperemos que imposible magnicidio. A mí me cuida el pueblo, dice, y puede que tenga razón. Pero poco puede hacer el pueblo bueno para impedir que en uno de esos arrimones en las concentraciones de sus viajes y campañas en las que abundan los abrazos y besos a niños, ancianos o a quien se deje o lo busque. De nada sirven las campañas que desde el gobierno se difunden en los medios de comunicación o e los informes vespertinos sobre salud que insisten en convencernos que la única forma de impedir el contagio del infame virus es la higiene, la sana distancia con los demás que puedan estar infectados, el aislamiento y el evitar las aglomeraciones.
“No nos van a hacer nada los infortunios y las pandemias” dijo el sábado el presidente López en Marquelia, Guerrero, y siguió repartiendo muestras físicas de cariño mientras repartía promesas de un cachito de la lotería del avión a todo habitante del pueblo mayor de 18 años.
Es probable y deseable que la pandemia del virus que trae de cabeza a medio mundo no le haga nada al presidente López: en realidad, los muertos que hasta la fecha llevamos en esta pesadilla no se mueren a causa de virus sino por la disminución de las reservas del sistema inmune que todo cuerpo tiene si lo sabe cuidar y lleva una vida sana. A pesar de que el presidente López tiene una docena de años más que yo y me lleva un infarto de ventaja, si llegara a adquirir el contagio, con dos semanas de aislamiento y cuidados estará listo para el otro.
Pero la gente que ciegamente le aplaude, la admira y le apoya, no tiene ni las condiciones, la convicción ni los recursos para resistir el embate viral con los que cuenta su admirado Mesías, quien no está dispuesto, hasta hoy, a seguir las recomendaciones de salud que sus propios expertos difunden a toda la nación.
El ciudadano López Obrador no tiene derecho a poner en peligro al Presidente de México, su vida y su salud.. Mucho menos tiene derecho a difundir esa actitud machista de que la pandemia actual le hace los mandados: está difundiendo un mensaje equivocado.
PARA LA MAÑANERA.- Señor Presidente, con todo respeto: Basta ver las calles vacías de las ciudades italianas o escuchar a la policía española recriminando a una transeúnte que no tiene nada qué hacer en la vía pública para comprender que lo más recomendable es que Usted se vaya pa´su casa y se guarde ahí un rato, Después de todo, podemos disfrutar sus sermones mañaneros. Con todo respeto.