Tengo orgullo de ser del Norte,
del mero San Luisito
porque de ahí es Monterrey…
«El Corrido de Monterrey», Severiano Briseño
Definitivamente no va a caminar la iniciativa de reforma constitucional enviada ayer a la Cámara de Diputados por un importante grupo empresarial mexicano, pretendiendo quitar el candado que impide exenciones y facilidades fiscales en casos de crisis como la que estamos enfrentando. No va a caminar simple y sencillamente porque al presidente López no se le da la gana, y porque él tiene el control de las dos cámaras del Congreso, que requiere dos tercios de la votación para una reforma constitucional.
Eso ya lo sabíamos y lo sabían los empresarios de Monterrey que salieron derrotados de su reunión con el presidente Lopez.
No importa que Andrés Manuel haya aseverado falsamente en su homilía matutina de ayer que no hay ruptura entre su gobierno y los empresarios. En favor de lo que dijo mencionó el supuesto apoyo solidario con su política que tiene de tres de los más pesados empresarios del país, Carlos Slim, Alberto Bailleres y Germán Larrea . Esa aseveración desvirtúa los motivos de la ruptura que indudablemente existe.
Carlos Salazar Lomelín, muy comedido y prudente presidente del Consejo Coordinador Empresarial, ya no pudo más el otro día y tuvo que confesar que el que ha cerrado la puerta a todo entendimiento ha sido el presidente López. Ese portazo ha provocado la iniciativa de reforma que no va a prosperar, pero aviva un fuego peligroso. El presidente López le ha contestado al dirigente empresarial pidiéndole que le ayude a cobrar los cincuenta mil millones de pesos que, dijo, 15 grandes empresas le deben al fisco. Astutamente, el presidente López omitió decir que esos adeudos fiscales –que sí existen– se encuentran en litigios judiciales; la amenaza de ayer de comenzar a publicar los nombres de las empresas que tienen adeudos es ilegal. Pero lo que es más importante, es inmoral, ahora que tenemos un presidente predicador evangelista y defensor de la cartilla moral del regio universal Alfonso Reyes.
Mientras López Obrador quiere hacernos creer que son los muy ricos empresarios los que quieren facilidades fiscales –esto es, que los impuestos puedan diferirse y ser pagados cuando el coronavirus nos deje en paz– la realidad que nos han explicado, es que estos señores del dinero quieren que las pequeñas y medianas empresas tenga un alivio que les permita conservar a sus cinco, diez, veinte o cincuenta trabajadores y no quebrar así fuera pidiendo lana prestada; nada antes que correr gente de su chamba. Cosa que, si el presidente López no entra en razón, no va a suceder.
Detrás de toda esta situación hay un telón de fondo más importante: estamos dando un salto hacia atrás en el tiempo.
¿Ya se nos olvidó del pleito de Luis Echeverría con los industriales de Monterrey a los que bautizó como «los enmascarados de Chipinque? ¿ o los emisarios del pasado?
El poder central mexicano permanentemente ha tenido la tendencia a polarizar las diferencias de desarrollo entre los dos Méxicos; el que está al norte de Aguascalientes y el que se encuentra en el sureste subdesarrollado. Ese ha sido uno de los principales obstáculos para la integración nacional plena en nuestro país, ha subrayado la teoría de «haga Patria: mate un Chilango» y ha incrementado la sorna con la que se refieren unos mexicanos al modo de hablar de otros mexicanos.
Lamentablemente, el principal impulsor de esa radical polarización es el presidente López. El orgullo norteño le está contestando en el único idioma que él aparentemente entiende, el de la confrontación o el de la capitulación. Monterrey no capituló ni ante el ejército invasor de los Estados Unidos en el 47.
PREGUNTA PARA LA MAÑANERA, porque ahora menos puedo entrar, especialmente sin tapabocas y de la mano de Susana Distancia.- ¿Ya se dio cuenta de que el avión de Aeroméxico que trajo los tapabocas que le vendimos a China en febrero, y ahora se los recompramos es casi idéntico al Dreamliner que sigue pagando caro estacionamiento en California y usted lo va a rifar en septiembre?
