La primera por coraje
La segunda por capricho
La tercera por placer…
El temido parto de los montes se dio finalmente ayer por la mañana, y como en el mito, nos dio un ratón. Ya estamos los mexicanos en la tercera etapa de la epidemia de Covid 19 y no pasa absolutamente nada. La tercera etapa es igual que la segunda y seguramente una réplica de la cuarta. Eso, aún y cuando la autoridad mexicana sólo reconoce tres etapas cuando en el mundo se habla de la cuarta, la quinta y hasta la inimaginable sexta.
Lo único que parece ser cierto en este proceso de mala información a los súbditos de este gobierno es que todos se ha tratado más que de una crisis de salud pública que ha puesto de cabeza la economía de los mexicanos y ha desacreditado al gobierno federal, en una muestra clarísima de la política errónea de comunicación del equipo que maneja al presidente López fingiendo que se deja manejar por él.
Mientras al narrar la expansión del virus por Europa todos los medios serios hacían hincapié, en la falta de medidas precautorias en las etapas iniciales de su entrada al continente, por parte de los gobiernos de Italia primero y España después. Del norte de Italia nos llegó el primer contagio y –contrario a la política preventiva que todo el mundo reconocía y su gobierno propalaba- el presidente López insistía en sus giras populacheras de apapacho y besos de insana cercanía. Para colmo, su vocero oficial para la epidemia aludía a una especie de poderes mágicos que el presidente López posee y ya en los extremos el mismo Andrés Manuel nos presumió los amuletos y oraciones que mantienen a su cuerpo fuera del alcance del virus.
Debajo de toda esta manipulación de la opinión pública se escondía la incapacidad de reconocer que el sistema de salud pública no estaba preparado para una epidemia de tan rápido desarrollo, por estar desvencijado con el deterioro financiero del IMSS y el desmantelamiento del Seguro Popular, que sí era seguro y sí era popular pero que al ser legado de las administraciones anteriores no tenía más destino que desaparecer. Aunque no existiese un alternativa para su sustitución.
La única solución a la mano era la desinformación: a cuenta gotas nos fuimos enterando de una sopa de casos sospechosos, casos infectados, casos confirmados, enfermos dados de alta y muertos inevitables dados de baja de este particular padrón. Todo con el objetivo de que los mexicanos no entrásemos en pánico. Pasaron barias semanas antes de que nos enteramos del método Centinela de cuantificación, que nos vendió como números totales del universo mexicano la cifra de una muestra parcial, sin proyectarla al todo, para lo que había de multiplicar por ocho. Cuando se pudo, muchos muertos de Covid 19 pasaron rápidamente a la tumba o a la cremación, mayormente sin ceremonias fúnebres, con un acta de defunción que consignaba la neumonía agrave, la gripe atípica o alguna variante de infección pulmonar que no oliera al virus temible. Todo para ocultar el verdadero diluvio que ya está cayéndonos encima: la crisis económica, la quiebra de un modelo económico que no terminó con desmantelar el antiguo y nunca pudo implementar el nuevo, salvo en el empecinamiento de casar el futuro de los mexicanos con los combustibles sólidos que no tardaron en mostrar el cobre en su proceso de salida del panorama mundial de energéticos. Y cuando el amigo del presidente López, Javier Alatorre puso en evidencia en televisión Azteca lo endeble del discurso del doctor López Gattel, con un apercibimiento de la secretaría de Gobernación se dio por cerrado el estate quieto.
Pues ahora ya estamos en la etapa tres; lo único que nos queda claro es que será más lesiva que las dos anteriores y que estábamos mejor cuando estábamos peor.
PREGUNTA PARA LA MAÑANERA, porque no puedo entrar sin tapabocas.- Señor Presidente, con todo respeto: Además de pedirle a los malosos que ya “le bajen” a su índice de violencia agresiva ¿no les podría pedir que “le suban” a su repartición de despensas por mi rumbo? Hay muchos jodidos por aquí que se quedaron sin chamba o están a punto de sufrirlo.