Por José Jaime Ruiz
@ruizjosejaime
Para Sergio “Pájaro” Treviño
Éramos unos críos. La maleza acechaba sobre la corriente insomne del río Santa Catarina. Poco sabíamos del amor, mucho de la amistad. La palabra “compañero”, la palabra “camarada” crujía entre los labios con acento de cristal. Cambiamos la banda sonora de nuestras vidas. Ahí estaba Óscar Chávez.
Éramos unos críos. La selva negra acechaba sobre la corriente frutal de saliva compartida. Sabíamos del amor, poco de la amistad. La palabra “compañera” fue creciendo, habitando en las noches húmedas. Cambiamos la banda sonora de nuestras vidas. Ahí estaba Óscar Chávez.
Éramos unos críos. La ciudad, nos dijo José Alfredo, destruye las costumbres. Sabíamos del amor y de la amistad. La palabra “comuna” fue creciendo. Llegó la huelga estudiantil, la noche de la tribu, el día “boteando”, las arengas desde un Pleno hacia la multitud dispuesta a ejercer su miga de libertad. La banda sonora colectiva fue abuso de comunión. Ahí estaba Óscar Chávez.
Éramos unos críos. Conocimos a Izquierda, aquella joven de talle lírico, cuerpo de Lilith y voz sin quiebres. Nos enamoramos muchos: no la seguimos, la perseguimos. Llegaron otros a multiplicar oído: Joan Manuel Serrat, King Crimson, la Negra Sosa, Silvio Rodríguez, Luis Eduardo Aute, Violeta Parra, Leonard Cohen. Ventura en la aventura. Promiscua, la Señorita Izquierda nos cogía a todos, a todas. Ahí estaba Óscar Chávez.
Éramos unos críos. Tomamos las calles y el pasado por asalto. Pensábamos que el futuro, como ahora, era una mierda. Pasos ortodoxos que gritaban heterodoxia, rebeldía. Al pan pan y al tequila, tequila. Repartíamos volantes a los obreros de Fundidora, la Maestranza también en huelga. No fue broma el 18 Brumario: ni trágicos ni fársicos. Cada corazón, un puño. Embriagados de la luz de Alfonso Reyes, hicimos de la Autoridad perrito faldero. No duró mucho el gusto: la represión es eterna. Nos liquidaron el sudor, la sangre. Volvimos con las patas entre el culo. Ahí estaba Óscar Chávez.
Éramos unos críos. Llegó Poesía desde el Tercer Canto de Dante. Putilla de rubor helado que enamora que apasiona que devora. Juglares del vacío, nos embriagamos de esa mujer terrible. La libertad se volvió sonora; la consigna, verso; la marcha colectiva por las calles, insurrección solitaria; el canto general, garganta desgarrada. También ahí estaba Óscar Chávez, cantor de batallas sociales, amorosas, hermano mío.
¡Anda, hermano mío, dile a Izquierda y Poesía que yo las quiero, diles que pienso en ellas, aunque no piensen en mí! ¡Anda y di así!