Por José Jaime Ruiz
@ruizjosejaime
“El recuerdo de Miguel Hernández no puede escapárseme de las raíces del corazón. El canto de los ruiseñores levantinos, sus torres de sonido erigidas entre las oscuridad y los azahares, eran para él presencia obsesiva, y eran parte del material de su sangre, de su poesía terrenal y silvestre en la que se juntaban todos los excesos del color, del perfume y de la voz del Levante español, con la abundancia y la fragancia de una poderosa y masculina juventud.
“Su rostro era el rostro de España. Cortado por la luz, arrugado como una sementera, con algo rotundo de pan y de tierra. Sus ojos quemantes, ardiendo dentro de esa superficie quemada y endurecida al viento, eran dos rayos de fuerza y de ternura.
“Los elementos mismos de la poesía los vi salir de sus palabras, pero alterados ahora por una nueva magnitud, por un resplandor salvaje, por el milagro de la sangre vieja transformada en un hijo. En mis 37 años de poeta, y de poeta errante, puedo afirmar que la vida no me ha dado contemplar un fenómeno igual de vocación y de eléctrica sabiduría verbal.”
Así describe Pablo Neruda en Confieso que he vivido al poeta español Miguel Hernández. Ese Miguel cantado por Joan Manuel Serrat. Ese Miguel del cual leerá un poema el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, en el programa “Desde el Fondo” que auspicia el Fondo de Cultura Económica. ¿Por qué se escandalizan? Ya lo decía Luis Cardoza y Aragón: “La poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre”. Aurelio Asiain lo comentó en un tuit: “Dicho de otro modo: no hay humanidad sin poesía”.
¿Por qué la polémica? ¿Por qué los egoístas pretenden la torpe recomendación de “zapatero a tus zapatos”? ¿López-Gatell debe sólo enfocarse en la pandemia y no “distraerse” leyendo un poema? El utilitarismo neoliberal del pensamiento único a todo lo que da: Que cada quien se enfoque en su trabajo y no se distraiga con poemas, pintura, danza, teatro, cultura popular, alto o bajo lirismo en las canciones de todos los días. Ya no hablamos de ignorancia, hablamos de torpeza y, en otros casos, de vileza.
Yo celebro que Hugo López-Gatell lea un poema de Miguel Hernández. La situación me hace recordar la bella epístola que José Revueltas, desde Lecumberri, le escribió a Octavio Paz: “Hemos aprendido desde entonces que la única verdad, por encima y en contra de todas las miserables y pequeñas verdades de partidos, de héroes, de banderas, de piedras, de dioses, que la única verdad, la única libertad es la poesía, ese canto lóbrego, ese canto luminoso”.