Por Eloy Garza González
César Lazo Hinojosa, Ingeniero Civil, ex alcalde de Monterrey, se toma un Old Parr conmigo. Mire, usted, estimado Eloy, yo pude ser gobernador de Nuevo León. Lo sé, ingeniero, se la quitaron a la mala. Y él: pues no precisamente. Yo le argumentaba a Echeverría que Pedro Zorrilla no tenía arraigo en Nuevo León, no había gastado suela en el estado. Como usted, Ingeniero que sí tenía sus raíces bien puestas. Es que ya había sido alcalde de Monterrey. Los regiomontanos lo querían a la buena. Pero Echeverría me contestaba una y otra vez: hablé con Moya. Le voy a gestionar una cita con Moya. Ya tiene instrucciones Moya. ¿El secretario de Gobernación, ingeniero? No solo eso, estimado Eloy, el hombre más poderoso del régimen, después del presidente. El ingeniero se toma su vaso de Old Parr, con estilo, con austeridad republicana, como se decía entonces. Y cuidadoso con el lenguaje. Nada de palabras altisonantes. Nada de ofensas. Eso sí, muy severo para recordarme cosas.
¿No la llevaba usted bien con Jesús Reyes Heroles? Sí, y él daba por hecho mi candidatura. Así se las gastaba Reyes Heroles, que entonces era presidente nacional del PRI, para efectos prácticos el partido era otra Secretaría de Estado. Es que el PRI no era un partido, ingeniero, era un entero. Se reía el ingeniero de mi ocurrencia. Es usted muy ingenioso, Eloy. Cuide ese ingenio, no le vaya a resultar contraproducente. Y seguía: Reyes Héroes era muy político en el sentido de ser un gran simulador. Me daba palmadas en el hombro: vamos bien, César. No lo dude, César, el presidente lo ve con simpatía, César. Sabe de sus merecimientos, César. Además, el licenciado Zorrilla, innegablemente un abogado de sumo prestigio, de una reputación bien ganada a pulso, no ha gastado suela allá, estimado César. Es lo malo. Las frases de Reyes Heroles, rebuscadas, ambiguas, jeroglíficas, falsamente profundas. Decían todo y no decían nada.
Yo mismo le sirvo al ingeniero otro vaso de Old Parr. Todo un caballero, el ingeniero. Chapado a la antigua. De los de antes. ¿Y luego? Vino Reyes Heroles a una gira a Monterrey. Algunas columnas de prensa adelantaban que venía a formalizar mi destape. Y sí. Los sectores del partido en pleno, las fuerzas vivas de la Revolución. Los obreros, la CTM, la CROC, la CNC, los cenopistas. Me imagino ingeniero, la coreografía del sistema en todo su esplendor. Y se ríe el ingeniero Lazo, con su trago de Old Parr a medio camino. Qué ingenioso, Eloy. Yo ocupaba un lugar en el presidium. Eso significaba mucho, Se leía como indicio simbólico favorable. Buenos augurios. ¿Y luego ingeniero?
Tomó la palabra en el estrado Reyes Heroles, con sus frases rebuscadas, sus alusiones difusas a la democracia. Entonces soltó la frase espesa: “el arraigo no se lleva en las suelas de los zapatos, se lleva en el corazón”. Todos pescaron la indirecta en el aire. Lo entiendo, ingeniero, lo entiendo bien. Y tomo yo mi Old Parr. Así acompaño en su pesar al ingeniero. Lo que pudo ser y no fue. Me dieron la cita con Moya Palencia, finalmente.
Y allá, en Bucareli, en el Palacio de Cobián, sentado en el despacho del secretario de Gobernación, me entretuvieron esa mañana con una cosa y con otra. Yo malicié bien el ajedrez fatuo del sistema político mexicano. Moya tomó el teléfono, me pasó al presidente, y Echeverria me felicitó por mi respaldo incondicional al licenciado Pedro Zorrilla Martínez. ¿Ve usted la moraleja de todo esto? La entiendo, ingeniero, la entiendo. Y pido brindar con nuestro último trago de Old Parr, con sabor a derrota, con notas agridulces a fracaso anunciado e irreparable.