Por Carlos Chavarría
Todos los actores políticos presuponen nuestro enanismo clasista que se inspira más en la envidia y la codicia, usado para desgastar al que se les atraviese. No importa el color, bandera o grupo, inspiran el odio de clases y nosotros los enanos damos por sentado que todo lo lanzado es verdad.
Ahora le tocó el turno de ser atacada a la Secretaria de la Función Pública Sra. Irma Eréndira Sandoval de Ackerman por su más allá del promedio de patrimonio familiar que acumuló al lado de su esposo, el norteamericano avecindado en México y rabioso defensor de AMLO.
Ahora sufren el embate del enanismo político que tanto promovieron como oposición en sus años de larga y ardua campaña negra, cuando se dedicaron a tomar fotos de zapatos, relojes, vestidos, casitas, casas y casotas, así como todo aquello que fuera alimento de los complejos de clase del pueblo bueno.
Antes fueron noticia los caballos de López Portillo, la casa de San Jerónimo de Echeverría, los zapatos Rockport de Carlos Salinas, las suburban de Elba Esther, la finca de Fox en Guanajuato, el Rolex de Marcelo Ebrard y síganle con la lista de los lujos de cualquiera, no importa si es político o no. El presidente se ha especializado en hacer escarnio y tesis de gobierno de todo lo que se aleja de lo que él llama austeridad republicana.
En ese clasismo económico AMLO fundó su discurso de “inaceptable pueblo pobre, con gobierno rico” , que después tradujo en un par de zapatos y pantalones para ser feliz, a sabiendas de que más temprano que tarde él, su familia y sus amigos caerían presa del mismo enanismo que los llevó al poder.
Exhibir el patrimonio de cualquier persona sea o no funcionario público es una acción desacreditante porque muchos mexicanos enanos le damos valor al morbo especulativo sobre el origen de todo bien y nunca pensamos en que puede ser producto del trabajo sino de alguna sinvergüenzada.
Lo peor de todo es que nosotros, los ciudadanos creemos que con gente mal pagada en la función pública lograremos sacar al país del hoyo y por eso somos enanos, porque preferimos la simulación a los resultados.
Todo esta colgado de aquella famosa frase del Benemérito Juárez respecto a la medianía, que él mismo no practicó, en la que deberían vivir los funcionarios públicos para que nos creyéramos que en automático esa es el único y principal talento que se necesita frente a nuestros problemas. La historia ya nos mostró que no es así.
Nos guste o no el concepto de prosperidad involucra mejorar emocional, intelectual y materialmente, y esa la cadena motivacional que incentiva todo desde siempre.
En el sector público deberíamos colocar a los mejores mexicanos, los más preparados en la función pública y deben ser los mejor pagados porque no existe sector más importante y crítico que las cosas públicas que nos afectan a todos y de que manera.
Los maestros, médicos, ingenieros de obra pública, jueces, policías de todas clases y hasta el trabajo en apariencia más sencillo siendo público deben ser recompensados con las mejores remuneraciones y premiados con las condiciones de vida tales que quiénes nos sirvan tengan como única preocupación el hacer lo mejor, lo óptimo.
Que no intenten distraernos con las casas de la familia Ackerman-Sandoval de lo importante, que la función de la señora en cuestión es asegurar que no haya irregularidades en la función pública y que al parecer aún persisten los vicios de siempre que han corrompido el servicio público como son el amiguismo y las triquiñuelas entre cuates para robarnos.