Por Francisco Tijerina Elguezabal
“Cuando un amigo nos pide algo, la palabra «mañana» no existe.” // George Herbert
En los últimos meses cientos de veces me he topado con la misma pregunta de los incrédulos y de los amantes de las teorías de la conspiración: “¿Tú conoces a alguien, tienes algún familiar o amigo que se haya enfermado o muerto de Coronavirus?”.
Y con todo y que me he enterado de la muerte de personajes famosos o del contagio de políticos encumbrados, debo decir que el listado de personas cercanas afectadas por la pandemia pensaba no era muy grande, hasta que ayer tras enterarme del fallecimiento de mi estimado amigo Paco Salazar, me puse a reflexionar y me di cuenta del error.
Sí, si conozco a muchos que se han enfermado y a algunos que han muerto por el virus.
No alcanzo a comprender lo que pasa por la mente de quienes se aferran a la teoría de que el virus es un producto fabricado por los gobiernos para exterminar a los más débiles. He visto en estos meses cómo dejan de existir adultos mayores con alguna comorbilidad, pero también cómo personas sanas, jóvenes, sin ninguna otra enfermedad o antecedente y he sabido de niños de meses que son contagiados.
Me revientan aún peor quienes no sólo niegan la existencia del mal, sino que además lo desafían exponiéndose pensando tal vez en que son inmortales, pero sin detenerse a considerar que tal vez su sistema inmune sea fuerte pero que pueden ser portadores y contagiar en su entorno a seres queridos que no tengan altas sus defensas.
El Covid-19 duele y nos ha cambiado para siempre la vida.
Recuerdo que conocí a Paco Salazar cuando era reportero importante en El Diario de Monterrey y me tocó gestionar para él una entrevista con el gobernador Sócrates Rizzo; había un tema importante y el único espacio era un traslado por lo que le pedí acudiese a Prensa de Gobierno en donde lo llevé hasta el Museo de Cervecería en donde abordó la camioneta del gobernador y le hizo la entrevista.
Tuvimos a lo largo de los años una relación cordial, afable, de mucho respeto entre ambos y siempre era un gusto encontrarnos cuando al unísono exclamábamos: “¿Quiubo tocayo?”.
No hubo ocasión en la que le solicitara un apoyo o una orientación en los temas del IMSS en que dijese que no. Siempre veía la manera de ayudar y apoyar a todos.
La última vez que coincidimos fue comiendo, en el Club del Transportista y mientras esperaba a alguien se sentó un rato en nuestra mesa. Paco era de esas personas que te daba gusto saludar.
Hoy se ha adelantado en el camino y nos deja el recuerdo de su buena pluma, su eficiente proceder como servidor público y su franca sonrisa de amigo.
¡Hasta siempre tocayo!
ftijerin@rtvnews.com