Por Federico Arreola
El periodismo crítico es necesario, sin duda. Solo florece en las sociedades libres y resulta fundamental para fortalecer la democracia. La libertad de expresión no debe tener límites. Las mentiras y las calumnias jamás deben castigarse. Hasta las manifestaciones de odio están permitidas en el debate sobre asuntos de interés público.
Respeto el derecho de los editores del diario Reforma / El Norte de odiar a quien se les pegue la gana. Este viernes han demostrado en su columna Templo Mayor / M. A. Kiavelo que odian a la señora Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del presidente López Obrador. No puede interpretarse de otra manera lo que han dicho acerca del viaje a París de la historiadora.
Sugieren en Reforma / El Norte que es indebido que alguien, sin cargo público, represente al presidente de México en el extranjero. Creo que se equivocan en tal juicio porque nada impide al gobernante de nuestra nación autorizar a cualquier mexicano, cualquier mexicana a representarlo en actos simbólicos. ¿Cuál es el problema?
Es verdad, Beatriz no tiene un cargo, pero participa en el Consejo Honorario de la Memoria Histórica y Cultural de México. También, ha colaborado en la estrategia para fomentar la lectura del Fondo de Cultura Económica. Esto debe ser suficiente para que pueda ir al extranjero a difundir los valores de la cultura mexicana.
Pero lo anterior es lo de menos. Lo verdaderamente perverso del comentario de Reforma / El Norte es su acusación de que a Beatriz Gutiérrez no le interesa el destino de los niños con cáncer. Esta es una calumnia difundida en Twitter por bots y empresas dedicadas a hacer circular masivamente fake news.
Infame tesis la divulgada en Templo Mayor / M. A. Kiavelo. Producto del odio. Así responden en Reforma / El Norte a las críticas, legítimas, del presidente de México, quien ha decidido no dejar pasar ninguna opinión o noticia periodística que considere falsa. Tenía razón la persona que dijo: “El odio es la venganza de un cobarde intimidado”. Hay cobardía en el periódico de Alejandro Junco de la Vega, dirigido por un fanático de derecha, Juan Pardinas.
Tienen derecho a odiar y a actuar cobardemente. Que les aproveche.