Por Félix Cortés Camarillo
¿De qué sirvió quererte
Si jamás comprendiste la pena mía?
¿De que sirvió quererte
Si hasta quieres negarme que te quería?
Álvaro Carrillo, ¿De qué sirvió quererte?
El presidente López atribuye su desplome en las preferencias de la ciudadanía a los opinadores profesionales de los medios tradicionales, como los periódicos diarios, las revistas, las estaciones de radio o de televisión; los enlista, los contabiliza, los califica en positivos, negativos o neutros. Y, desde luego, los desprecia.
Su única conclusión es que existe -como en su mente siempre ha sido- una conjura, una conspiración, una mafia organizada en su contra y en su, como decía y escribió Daniel Cosío Villegas, estilo personal de gobernar.
Lo único que no percibe el presidente, es que en el México de hoy los ciudadanos estamos en medio de una frustración por el ejercicio del poder que nos prometió -como los novios antes del primer coito- lo que no iba a cumplir terminado el acto sexual. Y eso, por igual los que votaron a favor de López Obrador como los que votamos en su contra.
Yo, desde luego, no voté por un priísta reciclado en el 2018.
Pero me queda claro que mucha gente lo hizo, primeramente porque no había más opciones de cambio, y porque la palabra mágica que esgrimió el hoy presidente López era esa. Cambio. De hecho, su slogan fundamental en su demagógica perorata cotidiana y matutina sigue siendo “no somos iguales” en referencia a los gobiernos anteriores.
En realidad, el régimen actual es una copia corregida y aumentada de los llamados y condenados “neoliberales”. Se sustenta, como lo ha sido desde el gobierno de Lázaro Cárdenas, en un populismo paternalista que generosamente regala dineros del erario para garantizar en primer lugar tranquilidad social y en segundo lealtades en cualquiera que sean las urnas. Desde el reparto agrario cardenista hasta el “sembrando el futuro” actual nadie ha cambiado la miseria del campo mexicano.
La única diferencia estriba en que ni Ávila Camacho, ni Ruiz Cortines, ni López Mateos ni todos los siguientes -excepción hecha de Vicente Fox- prometieron un cambio de rumbo.
Por eso Andrés Manuel López Obrador ganó apabullantemente las elecciones, porque nos dijo que las cosas iban a ser distintas.
Que no lo han sido, nos consta, nos duele, nos indigna y nos molesta.
Pero solamente el que forja una ilusión puede sufrir un desencanto.
Como canta Álvaro Carrillo: dejar, un cariño tirado, dejar el bienestar, atropellar la vida, por un amor que se mete en alma y la tiene vencida…
¿De qué sirvió quererte?, se preguntan millones de mexicanos hoy.
PREGUNTA para la mañanera porque no me dejan entrar sin tapabocas: con todo respeto, Señor Presidente, ¿Tabasco es un Edén?
felixcortescama@gmail.com