Por Félix Cortés Camarillo
El presidente López, en su reacción al muy probable relevo en la posición presidencial en los Estados Unidos, tiene derecho pero no tiene razón, cuando no reconoce el evidente triunfo electoral de Joe Biden que lo convierte en presidente electo: López le sigue llamando candidato.
La confusión terminológica deriva del particular sistema electoral de los Estados Unidos. No existe en ese país, cuna de la democracia moderna, una institución -al estilo de nuestro IFE- que organice, realice, califique y dictamine las elecciones nacionales. Cada estado tiene su propia elección, condiciones y características, y manera de contar.
Así sucedió en el 2000 cuando George Bush Jr. gobernador de la Florida, le robó el triunfo a Al Gore, demócrata, precisamente con el recuento de los votos de la Florida por un margen de nueve milésimas porcentuales, a pesar de que las cadenas televisoras ya habían nombrando a Gore presidente electo.
Independientemente de la opinión que me merece el todavía presidente Trump, me parece detestable, condeno y repruebo la conducta de tres cadenas de televisión que cortaron la transmisión de un discurso de Trump porque estaba diciendo mentiras. Como si eso fuera novedad. Si estuviese en mis manos la decisión, yo nunca hubiera dado la orden de cortar la transmisión.
Pero finalmente, la costumbre en los Estados Unidos es que los medios electrónicos, las cadenas nacionales de televisión, vigilan minuciosamente los procesos electorales y van llevando el conteo. Generalmente coinciden en todas sus cifras, no siempre al mismo tiempo. Son las cadenas las que proclaman, indudable y tradicionalmente, al nuevo presidente de la nación, cada cuatro años. Así lo hicieron este noviembre con Joe Biden, hecho que el presidente López se niega a aceptar como válido.
Es cierto, los preceptos constitucionales y la doctrina mal gastada de la política exterior mexicana ha sido sustentada por la idea del respeto a la autodeterminación de los pueblos y a la no intervención en los asuntos internos de otro país. Muy bien.
En Bolivia el 18 de diciembre de 2005, el dirigente y fundador del MAS (Movimiento al Socialismo) Evo Morales recibió una anticipada felicitación de Andrés Manuel López Obrador cuando apenas se había contado en las elecciones bolivianas el 30 por ciento de los sufragios. ¿No fue eso una injerencia en los asuntos internos de otro país? El caso es de Astrakán porque hace unos meses, ante el derrocamiento del líder de los cocaleros bolivianos, el avión TP 02 del gobierno de México fue exclusivamente a recoger a Evo Morales para traerle a México y ofrecerle un generoso dogal que finalmente Morales despreció para irse primero a Cuba, luego a Argentina y en los días más recientes regresar a su país.
¿No fue una prolongada injerencia en los asuntos internos de otro país el desconocimiento del gobierno de España, independientemente de su perfil dictatorial? Tenemos relaciones con muchas dictaduras.
Lo que pasa es que el presidente López nos está dando lecciones de política. Para él, no se trata solamente del cumplimiento de principios y doctrinas: es, como dicen los delincuentes de ahora, un criterio de oportunidad. O, si se quiere, una oportunidad del criterio.
En nada hubiera dañado a México que el presidente López, obrando con criterio, hubiera enviado un mensaje de felicitación a Biden. El no haberlo hecho sí puede dañarle.
PREGUNTA para la mañanera porque no me dejan entrar sin tapabocas: con todo respeto, Señor Presidente, ¿no le parece que en su tierra le está haciendo agua la canoa?
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