Por Félix Cortés Camarillo
«Que por amarte como el Cristo me quedé/ con los brazos abiertos al final»
Alguien me preguntó el martes por la noche si la incursión vandálica de unas docenas de fanáticos instigados por el presidente Donald Trump al Capitolio, que es el edificio que aloja las dos cámaras del Congreso de los Estados Unidos -el Senado y la Cámara de Representantes- era el final de los tiempos del radical, intransigente y reaccionario gobernante aún del todavía país más poderoso del mundo; el pelipintado, pues.
Recuerdo haberle dicho que una cosa es el comienzo del fin y otra diferente es el fin del comienzo. Los que celebramos el resultado oficial de las elecciones sabemos que el triunfo de Joe Biden en la presidencia es importante. Sin embargo es fundamental que las dos senadurías por el estado de Georgia hayan caído del lado demócrata: eso le da al presidente electo ventaja a la hora que los republicanos pretendan bloquear en el Congreso todas sus iniciativas.
Ciertamente, la incursión de unos fanáticos fue simbólica: un ultraje a uno de los edificios clave del Palm de Washington que tiene en su centro un charco enorme y bello. En un extremo el espectacular monumento a Lincoln sedente e impasible. Frente a él, en la distancia, la blanca silueta del Capitolio. Capitolinus Mons, se llamaba en la antigua Roma, hoy se la llama Campodioglio y se ubicaba precisamente en esa colina el corazón del Imperio. Existe ahí en el piso una cuña de cobre que marca el centro del mundo. De ahí viene la frase de que todos los caminos llegan a Roma.
Pero una cosa es la simbología y otra la realidad. En dos semanas comenzará a cambiar de una manera radical la política de los Estados Unidos. Esperamos que a los mexicanos nos salpique ese cambio. Por lo menos en cuestiones de trato racialmente igualitario y socialmente justo. Que termine la separación de las familias migrantes, por lo menos.
El principio del fin es una cosa plausible. El fin del comienzo no lo es tanto. Que en la euforia del triunfalismo electorero no se nos olvide que hay una masa de varios millones que votaron por el proyecto Trump de una América racista, blanca, protestante y mamona. No tengo idea en cuánto se ha disminuido esa cifra. Lo que no se ha reducido es la ambición del poder renovado. Donald Trump, aceptando su derrota, ha iniciado su campaña de reelección en 2024. Cuatro años pasan en un suspiro.
Todo depende que Joe Biden, pero especialmente que la señora Harris, vicepresidenta, sepa orientar sus esfuerzos y acciones en otra dirección de la que tomaron el miércoles pasado. Para que no nos deje con los brazos abiertos al final.
PREGUNTA para la mañanera, porque no me dejan entrar sin tapabocas: Señor Presidente ¿podría poner una cifra tope para los muertos por el Covid 19 para comenzar a actuar con inteligencia, eficiencia, serenidad responsabilidad? Porque en junio del 2020 su gurú de la pandemia dijo que cuando llegáramos a 60 mil muertos era una situación de catástrofe.
Ya tenemos más del doble.
felixcortescama@gmail.com