Por Carlos Chavarría
La naturaleza no crea problemas. En el mundo natural son las leyes de la física y química la base de la causalidad. Los efectos colaterales, agregados, acumulados o consecuenciales son también parte del modelo natural.
Solo los seres humanos somos capaces de crear problemas con nuestras mejores intenciones de resolver alguno y eso es lo que constituye un “incentivo perverso”. Siempre ocurren efectos indeseables a partir de cualquier postulado o cambio en los sistemas.
En Europa tuvieron una explosión en el crecimiento de la población de ratas. Al gobierno francés se le ocurrió la idea de pagar por cada cola de rata que les fuera entregada, como estrategia para acabar con esos roedores. El resultado fue que las personas se dedicaron a la crianza de ratas para cobrar la cuota por ellas.
Proporcionar bonos a los ejecutivos de la compañía por declarar ganancias más altas alentó a los ejecutivos de Fannie Mae y otras grandes corporaciones a inflar declaraciones de ganancias artificialmente y tomar decisiones dirigidas a conseguir ganancias a corto plazo a expensas de la rentabilidad a largo plazo.
En el municipio de Monterrey decidieron otorgar una compensación a los agentes de tránsito que colectaran más boletas de infracciones con la idea de que la gente respetara el reglamento, el resultado fue que los agentes empezaron a inventar infracciones que nunca ocurrieron para aumentar su compensación.
Las ganancias de las compañías que venden seguros de autos mejoran cuando aumenta el número de colisiones. Decidieron premiar a los municipios por atender lo más rápido posible los accidentes, el resultado fue el aumento de los choques por malas condiciones de circulación y pésimos diseños de las vías públicas.
Atendiendo a los grupos que decidieron proteger la dignidad de los animales se crearon leyes para que en los circos ya no se usaran a los animales como espectáculo central donde se sometía a un trato indigno a los mismos. Loable por supuesto, pero la conclusión fue que los animales usados en los circos terminaron todos muertos porque no hubo ninguna persona que se hiciera cargo de su manutención, ni los mismos promotores de esa ley lo hicieron.
Estos son algunos ejemplos de incentivos perversos y ocurren todos los días en cualquier organización, la función pública no es la excepción. De hecho, en México es bien poco común el análisis de este tipo de efectos indeseables, en las modificaciones a sistemas, procedimientos, prácticas, leyes y reglamentos.
Entre más reglas se instrumentan aumenta la propensión a la perversión de las prácticas y propósitos de cualquier sistema, no es de extrañar que la mayoría de los programas sociales que contienen entregar beneficios a ciertos grupos es muy posible que incentiven la desviación de los objetivos iniciales que se plantearon para los mismos.