Por VERÓNICA MALO GUZMÁN
@maloguzmanvero
El presidente Andrés Manuel se autodefinió como profeta y dijo que pasará a la historia como uno de los mejores presidentes de México. Expresó que esto último es una “ambición legítima”.
Se considera profeta ya que, hace meses, advirtió a la ONU que los países más ricos del mundo acapararían las vacunas. Hoy él piensa que así ha sido.
Creo que López Obrador ha confundido las definiciones del verbo “acaparar”. Hasta este momento, los países “más ricos del mundo” no han acaparado las vacunas anticovid que se han producido; lo que han realizado es asegurarse de tener las vacunas necesarias para primero inmunizar a toda su población. Lo cual, dicho sea de paso, por ahora ningún país ha logrado. Ergo, no es que estas naciones acaparen las vacunas sino que están primero vacunando a sus ciudadanos.
Si aceptáramos la interpretación que le da el primer mandatario a este concepto, podríamos considerar, entonces, que sus mañaneras —que ahora también se realizan los domingos— son (eso sí) acaparar el tiempo y la atención pública de todo lo que sucede en México.
Sobre su intención de convertirse en uno de los mejores presidentes de la historia del país, ello es una aspiración legítima como él mismo dice. Sin embargo, del dicho al hecho, hay mucho trecho.
No basta con ser retratado en los libros de texto gratuito, enarbolando el lábaro patrio. Tampoco el autodefinir su gobierno como la Cuarta Transformación de México (así con mayúsculas).
Para pasar a la historia como uno de los mejores presidentes, los parámetros —que define la historia misma— suponen cumplir con ciertas características que hasta ahora no están cubiertas.
Más todavía. De seguir la senda que lleva recorrida, posiblemente la historia lo ubique como uno de los peores mandatarios que hemos tenido. Algo así como su homónimo de apellido, José López Portillo, quien no por sus dichos — “defenderé el peso como un perro”— dejó de hundir al país.
Si López Obrador quiere pasar como uno de los mejores presidentes de la nación, tendrá que cambiar varias cuantificaciones a las que se ha arribado en su gestión. Ejemplos hay muchos. Aquí unas cuantas:
- Primer lugar en muertos entre el personal hospitalario a nivel mundial.
- País que menor porcentaje de su PIB ha destinado para fortalecer sus empresas y, con ello, frenar el número de desempleados.
- Nación donde el desabasto generalizado de determinados medicamentos continúa, aun pudiendo comprar sustancias activas en el extranjero.
- Sin estar en guerra, país donde el mayor número de periodistas son asesinados.
- Una tendencia de feminicidios y secuestros al alza.
- Inversión en combustibles fósiles también a la alza y siendo privilegiada.
Entre muchas otras.
Menos dichos y más hechos; menos labia y más acción.
México no requiere profetas, tampoco un jugador de beisbol. Ni a un personaje polarizante o a un historiador como presidente. Necesita un estadista, y esa característica aún no se le ha visto.