Por Eloy Garza González
Hace muchos años, existieron en México unas cosas raras llamados partidos políticos. Servían para medio orientar a los electores. Por ejemplo, para no tener qué averiguar quién era el candidato fulano de tal, lanzado para diputado del distrito equis de San Perengato de Las Tunas, bastaba con cerciorarse cuál partido lo postulaba.
Si lo postulaba el PAN, el fulano era conservador; si el PSUM, era de izquierda; si el PRI, el fulano ganaba y listo. Y así. En realidad, las cosas nunca fueron tan sencillas, pero los partidos eran faros de orientación para quienes se decían de izquierda, de derecho o de centro.
Luego, los partidos se desgastaron. La principal queja que le hicieron al PRI, por ejemplo, era que antes fue de centro izquierda y al final se volvió neoliberal. Y entonces aparecieron los candidatos independientes. “Yo no soy político” decían los candidatos independientes, a pesar de llevar tatuada la “P” (de político, no de otra cosa) en la frente.
Ahora, de golpe y porrazo, volvieron los partidos por sus viejos fueros. Nada más que ya no son faros de orientación y más bien hacen honor a su nombre: están partidos en pedacitos. Los panistas se volvieron morenistas, los priistas morenistas y los nuevos partiditos pinchurrientos se volvieron morenistas.
Un partido (es especial Morena) es una agencia de colocaciones, una fuente de dinero llamado prerrogativas y hasta una pila bautismal para lavarse pecados y culpas propias.
Como ya no hay partidos de verdad, lo que ahora se ha puesto de moda es ser ciudadano. Y así nació un partido que “mueve” ciudadanos (¿y los demás qué mueven? ¿marcianos?), y una plataforma ciudadana (¿y las demás qué son? ¿plataformas espaciales?). Y todos los viejos y las viejas políticas ya no son priistas, ni panistas, ahora son ciudadanos. Simplemente maravilloso.
Pero viene lo peor: a estos políticos tan tramposos, a quienes ya no les gusta que les digan políticos sino ciudadanos, los órganos electorales les prohíben formular propuestas. Si osan presentar soluciones a la gente, por modestas o mediocres que sean, cometerán “actos anticipados de campaña”.
Vivimos una pandemia terrible, sufrimos falta de empleos, cierre de empresas, crisis educativa, etcétera, pero los políticos no pueden presentar propuestas, porque les quitarían el registro como candidatos. ¿Entonces para qué carajos los queremos? ¿Para sacarse selfies en Instagram y Facebook gastando millones de pesos? Ojo: no lo digo en sentido figurado; literalmente se gastan millones de pesos para que les pongamos likes y corazoncitos en sus páginas de Facebook.
Así que en México hay una degeneración espantosa de los partidos, un deterioro de los políticos (desde siempre) y una bola de babosadas en forma de consignas electorales de pedir que nos movamos todos. Es el método Vianey Valdez de hacer política, como si en vez de ciudadanos, fuéramos esqueletos bailando entre las ruinas de la pandemia.