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Por Félix Cortés Camarillo

Parturiunt montes,
Nascetur ridiculus mus…

Reducido en tiempo y acotado en calidad y cantidad de testimonios por el juez Brian Cogan allá en Brooklyn, el llamado juicio del siglo por algunos cursis está terminando como el parto de los montes de la fábula de Esopo, retomada por Samaniego y manoseada por nosotros muchos.

Cuando los jurados emitan su veredicto, la cuestión no será si Genaro García Luna es culpable o no: la duda es si no debiera el sistema judicial norteamericano ser el juzgado. Durante semanas, un proceso cuya cobertura en medios mexicanos no acaba de satisfacer al presidente López, va a producir un resultado que no dejará contento a nadie. Cualquiera que sea. Eso, a pesar de que varios medios de comunicación han enviado a reporteros especiales para acudir a las largas sesiones del juicio, y diarios y ondas hertzianas han difundido hasta la saciedad los detalles de los alegatos y las caricaturas al pastel levantadas por dibujantes.

El error (?) de la fiscalía, es haber basado todo el peso de su acusación en los inciertos, vagos y dubitativos testimonios de una pandilla de narcotraficantes y asesinos mexicanos, algunos de ellos presos precisamente por las acciones de García Luna cuando era super policía de la Nación, motivo por el cual es presumible que tengan algunos prejuicios en su contra. Estos testigos, llamados “protegidos” aportaron datos que ya habían mencionado en otras barbacoas: fundamentalmente para documentar que el jefe de la seguridad nacional mexicana encubría, protegía y facilitaba las acciones de las bandas del narcotráfico en nuestro país, a cambio de muy jugosos pagos en el orden de los millones de dólares en efectivo.

El asunto es que los testimoniales eran a su vez reproducciones de lo que “habían oído, les habían contado, o tenían presunción de hechos”. No hubo pruebas documentadas con papeles, fotografías o grabaciones en imagen o sonido que probaran lo dicho. Solamente “el Rey” Zambada, narcotraficante, testigo último y estrella de la fiscalía, dijo haber visto en persona a García Luna dos veces en un restaurante de la Ciudad de México y haberle entregado cada vez personalmente cantidades millonarias en dólares. La palabra de un delincuente en contra de la de otro presunto policía corrupto.

¿Tanto ruido de los montes para un mísero ratón?

Conociendo el sistema judicial norteamericano puedo aventurar que en un lapso relativamente breve, el jurado habrá de emitir un veredicto. Difícilmente los ciudadanos integrantes del jurado encontrarán a García Luna culpable de todas las barbaridades de las que se le acusan, llevando al juez Cogan a condenar al empresario mexicano a una pena de cadena perpetua.

Eventualmente habrán de encontrar perjurio en las declaraciones del acusado en sus declaraciones para obtener la residencia permanente en los Estados Unidos. Irregularidades financieras, fiscales tal vez, si García Luna es causante del llamado IRS, Internal Revenue System. Lo sabremos.

El presidente López no quedará contento: para él no hay justicia si el verdadero acusado en este juicio no es Felipe Calderón, presidente de México –antes de Vicente Fox- quien fue jefe y protector del hoy acusado. García Luna no quedará contento y seguirá afirmando su inocencia y apelando la sentencia. En realidad, la justicia de los Estados Unidos es la que ha enseñado en esta ocasión los pañales sucios.

Tal vez los únicos que obtendrán algún beneficio de todo este proceso son los ratoncitos que podrán esconderse en las faldas de la montaña hueca de los procedimientos judiciales de los Estados Unidos, para los que han contribuido con su canción.

PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): El terremoto destructor del sur de Turquía y el norte de Siria es ya la peor tragedia de su tipo en un siglo, más lo que se acumule esta semana, la que viene y la que sigue. La experiencia de los mexicanos en esta suerte de dolor debe llevarnos a la solidaridad real, al apoyo a los damnificados.

No importa que el gobierno de Turquía sea un represor y que Siria esté envuelta en una guerra civil interminable. No importa que no haya certeza de que nuestra contribución llegue precisamente a las manos más necesitadas. Hay que apoyar. Es un deber moral.

‎felixcortescama@gmail.com

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Vía / Autor:

// Félix Cortés Camarillo

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Autor: lostubos
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