María Elena Álvarez-Buylla, la directora del Conacyt, está metida en graves problemas que ella misma se ocasionó. Hace unos días la mandó llamar el Presidente. Es la última cuenta de un rosario de audiencias con varios miembros del gabinete. De todos, el mensaje es el mismo: que no defienda lo indefendible, que no se ponga a la defensiva con la comunidad científica, que sepa capotear el vendaval. Y por último, que aprenda a asumir el costo político que implica recibir recomendados. Sin hacer chistar ni hacer gestos.
Pero por soberbia o impericia política, Álvarez-Buylla cava cada vez más hondo su tumba política. Ya AMLO le mandó decir, con diferentes versiones, una típica frase mexicana: “podré equivocarme al nombrar subordinados, pero no en correrlos”. La frase apunta no como ella dice a los nombramientos desafortunados de María Elena, sino a su propio cargo en Conacyt.
De que Álvarez-Buylla es una bióloga competente, no hay duda, aunque muchas veces, sus posiciones científicas están sesgadas por sus opiniones ideológicas. Esto la ha metido en polémicas innecesarias, de gratis, en un área que debe ser atendida con profesionalismo, no con grillas. Y menos con manipulación emotiva.
Insinuar, por ejemplo, que a David Alexir Ledesma, su subdirector de Comunicación, se le criticó en redes sociales por ser joven o por motivos homofóbicos (no lo deja claro) y que por hostigamiento sexual no pudo concluir sus estudios universitarios, es introducir más confusión a un debate público ya de por sí enrarecido, donde lleva las de perder. Si tiene pruebas, que las presente, tanto por el bien del muchacho como por ella misma. Decir que sus críticos desataron un supuesto linchamiento público en contra de su excolaborador, es ya un exceso. Soltar la especie de que en el fondo son cortinas de humo para ocultar la grave corrupción qué hay en Conacyt, es ya de plano un desatino.
Álvarez-Buylla ha dicho en privado, que no estará dispuesta a sacrificar por AMLO su trayectoria profesional impecable. Pero no, no es impecable, y no debió aceptar un cargo público de alto nivel para acarrearle problemas al mandatario, sino para resolvérselos. Si no corrige su soberbia — y tal parece que no lo hará — María Elena presidirá la primera camada de corridos del gobierno de AMLO. Y el Presidente hará bien cuando la despida muy pronto.