Otra vez que el mundo queda en blanco y negro,
otra vez regresa el nudo en la garganta,
la salida de emergencia, buscar esa sentencia,
que me sirva de guerrero en la batalla.
El Arrebato, Pequeñeces
En Venezuela ya van dos muertos y 285 heridos; hasta ayer. Pequeñeces. No son nada; los viejos de nuestros tiempos solían decir “más se perdió en la guerra”, sin saber a qué se referían.
Nosotros estamos precisamente hablando de la posibilidad de una guerra con todas sus cualidades; una guerra civil en Venezuela, con la muy previsible participación de vecinos lejanos y aledaños, y con las tristes consecuencias que toda guerra trae, especialmente las guerras entre hermanos.
Quinientas toneladas de ayuda humanitaria enviadas por medio centenar de países, encabezados por los Estados Unidos, están en remolques gigantescos o bodegas no tan grandes en la frontera del Táchira, que ha dado su nombre a una célebre carrera ciclista, La Vuelta del Táchira, que se suele correr en las montañas andinas de ese estado venezolano y ocasionalmente muerde el municipio colombiano norteño de Santander.
Un camión con ayuda humanitaria fue incendiado en las fronteras; el gobierno de Maduro asegura que lo quemaron los mismos supuestos beneficiarios. Estos no se chupan el dedo y dicen que fueron las horas rojas de Maduro. La situación en la frontera con Brasil no parece mejor. Las relaciones diplomáticas entre Venezuela y Colombia, países bolivarianos unidos, están rotas. El gobierno de los Estados Unidos incita todos los días a la intervención militar; la Unión Europea, seguida de Brasil, pide que impere el raciocinio. Y de México, el tradicional hermano mayor de América Latina, ni sus luces.
Los grandes conflictos mundiales suelen desatarse a raíz de pequeños incidentes. El asesinato en Sarajevo de Fernando de Austria era un acontecimiento menor, étnico y localizable. Lo mismo fue en 1938 la cesión de Checoslovaquia a Alemania por un Chamberlain débil y un gabinete ineficiente del presidente Masaryk. En 1939 la invasión de Polonia por Hitler era de poca monta; nadie imaginaba que iba a ser el detonador de la Segunda Guerra Mundial hasta que los japoneses se lanzaron contra la base norteamericana de Pearl Harbor en el Pacífico.
Los acontecimientos de Tlatelolco en 1968 se desataron a raíz de un bazucazo a la Escuela Nacional Preparatoria de San Ildefonso; cosa menuda, ciertamente.
En los detalles está oculto el demonio, suele decirse; en la letra chiquita de los contratos está la trampa traicionera. No hay causas pequeñas, sólo consecuencias graves. La causa de una Venezuela herida de muerte no es una causa pequeña. Con más razón debiéramos asistirla.