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Aquí no regalan nada

Todo tiene un alto precio

Peldaño que vas subiendo,

Peldaño que hay que pagar

Vuela amigo, vuela alto, en voz de Julio Iglesias

Uno podría con relativa facilidad armar argumentos sólidos frente a los dogmas que el presidente López esgrime con una sencillez cautivadora, rematada con lugares comunes de las frases hechas por el pueblo al correr de los años. “Vamos muy bien. Sí está creciendo el país. Estamos bien y de buenas. Como México no hay dos”. Ante esta contundencia no hay argumento que valga, así sea documentado por las cifras de los especialistas en la ciencia económica, en la que la terca matemática sigue insistiendo en que dos más dos son cuatro.

Mientras las calificadoras gringas, que son las que toman en cuenta a los dueños del dinero para colocar sus inversiones donde les rindan mejores frutos, advierten la fragilidad de la deuda soberana del país motivada por el apoyo excesivo del erario a la recuperación de Pemex, las afirmaciones del Presidente tienen la contundencia de lo irrebatible, porque lo digo yo. Dijo al llegar a Chihuahua, tierra de quien pretende encabezar una opción razonada al centralismo de Morena: “tengo el reporte de que vamos bien, estamos recaudando más de lo que se recaudaba el año pasado”, sin embargo, la Secretaría de Hacienda informó el viernes que los ingresos totales del gobierno cayeron 7.5 por ciento el pasado enero, respecto al mismo mes del año pasado, con motivo de la menor producción de petróleo y de la baja de su precio en el mercado mundial. Claro, dice el Presidente que eso indican los especialistas, los llamados expertos, entre los que se encuentran los encargados de la hacienda de nuestro país.

En la jerga periodística López Obrador incurre con frecuencia en lo que llamamos voladas, esto son afirmaciones estrambóticas que carecen de documentación que las fundamente.

La canción que popularizó Julio Iglesias, y que me parece es de Calderón, recomienda “vuela amigo, vuela alto, no seas gaviota en el mar” aludiendo a que las aves que vuelan bajo son blanco frecuente y fácil del cazador.

Uno puede organizar el mejor documento de que la economía mexicana se está desmoronando, que los recursos para los ambiciosos y caritativos programas de compra de votos con asistencia social entregada en mano a los beneficiados; nada de eso adquiere –ahora– validez alguna frente a la contundencia repetitiva de que vamos a toda madre en lo económico.

Y la gente lo compra. Lo único indiscutible del discurso de López Obrador es la aceptación que tiene en la masa. La esencia de la demagogia es que hay que decir precisamente lo que la gente quiere oír. Y los mexicanos queremos oír que se acaba la corrupción, que el gasto público será austero y bien administrado, que la inversión pública y privada va a generar más empleos y mayor bienestar para todos y que los políticos no son los de antes. Que ya todo cambió por arte de la magia del primero de julio y que, como dice el poeta Neruda: “Nosotros, los de entonces ya no somos los mismos; ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor y es tan largo el olvido”.

Pero la poesía no tiene nada que ver ni con el ejercicio del poder ni, mucho menos, con la administración sabia y proba del bien común, razonada y racional. Algo que escasea mucho en esta administración de muy altos vuelos.

En algún momento, alguna fuerza, que no queremos perjudicial aún más a nuestros bolsillos, le hará ver al presidente López que a veces es necesario cambiar los planes de vuelo.

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Vía / Autor:

Félix Cortés Camarillo

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Autor: lostubos
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