“Nuestras dudas son traidores que muchas veces nos hacen
perder el bien que podríamos ganar si no temiéramos buscarlo”
William Shakespeare
Todavía no empiezan y ya se sienten perdidos.
Es tan fuerte el impacto del golpe de Morena a nivel nacional que en todos los estados en donde habrá elecciones este 2019 más de cuatro ya se han bajado del carro.
Frágiles, indecisos, sin convicción de sus posibilidades, prefieren renunciar a pelear una batalla tan sólo por la fuerza que representa un partido que detenta el poder. Morena hoy es la fuerza, sí, es cierto, pero no es la única opción.
Renuncian antes de iniciar la batalla. Pierden desde antes de que suene la campaña. No confían en sus capacidades, en sus equipos, en su estructura, en quienes pueden ayudarles, en asesores y equipos de campaña, están derrotados desde ya.
Este año se eligen gobernador, alcaldías y diputaciones en Baja California; alcaldías en Aguascalientes y Durango, pero también diputaciones en Quintana Roo y Tamaulipas y contrario a lo que ocurría hace algunos años, hoy no son tantos los que pelean por una candidatura, por el temor de la fuerza de Morena y el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Se olvidan que cada campaña es única y tiene sus circunstancias, que cada contienda tiene sus ingredientes y que a pesar del peso del partido en el poder todo cambia en función del contexto y el entorno.
Pueden ganar, sí, pero sólo si tienen propuesta, mensaje y una campaña bien estructurada. Si se limitan a las formas tradicionales perderán irremediablemente. Requieren de una dosis de valor para atreverse a asumir riesgos y de la asesoría de verdaderos profesionales que les apoyen a diseñar una campaña de altura.