Entre el 23 y el 26 de mayo próximo casi 400 millones de europeos de los 28 países que pertenecen a la Unión Europea saldrán a votar para renovar el Parlamento Europeo, cuerpo que de acuerdo con las proyecciones, cambiará en forma radical en relación con el saliente.
Éste es un órgano legislativo y de control a las decisiones de la comunidad europea, formado actualmente por 751 diputados, 73 de los cuales son aportados por Gran Bretaña, que se encuentra en un complicado proceso de abandono del bloque (Brexit).
Como colegislador, junto con la Comisión Europea y el Consejo de la Unión Europea, dispone de potestades presupuestarias y ejerce control sobre las instituciones democráticas de la mancomunidad, pero principalmente representa en forma directa a los ciudadanos del viejo continente.
Desde su formación mediante el voto universal, directo y secreto, en 1979, la eurocámara ha sido dominada por una especie de coalición de los partidos populares, demócratas y socialistas, que actualmente poseen 412 de los 715 escaños.
Pero tras las elecciones de mayo próximo analistas como Alberto Alemanno, profesor de la Cátedra Jean Monnet de Derecho de la Escuela de Estudios Superiores de Comercio, París, consideran que podría haber un giro hacia voces “con ideologías más extremas, como el italiano Matteo Salvini, el húngaro Viktor Orbán o la francesa Jean-Marie Le Pen”.
Al mismo tiempo, los expertos esperan una mayor participación en la jornada electoral, que supere el 42.6 por ciento de los ciudadanos europeos que votaron en el proceso pasado, pues existe una valoración más positiva de la eurocámara y una mayor movilización ciudadana en ese sentido, sobre todo de los jóvenes.
Según la más reciente encuesta continental, el Eurobarómetro de primavera 2018, el 47 por ciento de los posibles votantes, especialmente en la franja entre 25 y 39 años, se pronunciaron por un europarlamento que juegue un “papel más importante” respecto al futuro de la unión.
A lo anterior se suma la campaña que el propio cuerpo legislativo ha jugado, denominada “thistimeimvoting”, para invitar a emitir el sufragio y así dar respuesta a problemáticas como cambio climático, desempleo juvenil, migraciones y protección de datos personales, a lo que se suma el Brexit británico.
Las proyecciones son que exista un pequeño viraje hacia la derecha en el proceso de mayo, debido al resurgimiento del nacionalismo y el conservadurismo en diferentes países de la región, como por ejemplo la irrupción de Vox en España, lo que envía una interrogante al futuro común europeo.
De ser cierto, estima Josef Janning, experto en Europa del Think Tank European Council on Foreign Relations, habría una nueva correlación de los partidos tradicionales, dando más relevancia a las formaciones más pequeñas, lo que a su vez suscitaría discursos más polarizados y a cuestionar la continuación de la unión en Europa.
Incluso, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha hecho referencia a la existencia de “nacionalistas” y “europeos”, llamando a la unidad de los últimos para, encabezándolos, liderar el movimiento hacia el futuro paneuropeo. Sin embargo, a decir de Jennings, la posible nueva correlación de fuerzas en el Parlamento también abriría las puertas a la representación de más voces existentes en el continente. Es decir, más europeos se sentirían representados, lo que fortalecería la perspectiva del Parlamento Europeo como el órgano legislativo que requiere el continente.
Al respecto, Alemanno estima que tras las elecciones europeas se vea “una democracia aún más polarizada, aún más pro y anti–Brexit y, en definitiva, con el poder de amenazar la unidad entre los 27 Estados miembros de la Unión Europea”, con beneficios para nadie.
También hace notar un panorama no muy discutido, que “cualquier negociación (del Brexit) que dure más de tres meses hará que los eurodiputados británicos puedan presentarse de nuevo a las elecciones, convirtiéndose en un auténtico ´caballo de Troya´ en el seno de la propia Unión Europea y sus instituciones”.