Por Federico Arreola.
“El pecado está en haberlo hecho compadre”, dice la Rayuela del diario La Jornada. Se refiere a las críticas, del periódico Reforma, al hecho de que Miguel Rincón, proveedor —desde hace años— de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, haya ganado recientemente un contrato por 221.6 millones de pesos para venderle papel offset a la mencionada dependencia.
En efecto, Rincón es compadre de Andrés Manuel López Obrador. Se trata de un compadrazgo reciente: el mes pasado el presidente de México bautizó a una hija del hombre de negocios. No lo veo como una falta, sino como una decisión personal absolutamente respetable, que por lo demás no tiene por qué quitarle al señor Rincón el derecho de seguir haciendo lo que ha hecho desde bastante tiempo antes de que el tabasqueño ganara las elecciones presidenciales.
No hay conflicto de interés, obviamente no. Tal vez lo único criticable del evento que a ellos los hizo compadres fue la participación del impresentable cardenal Norberto Rivera. Por cierto, en la nota de Reforma queda perfectamente claro que el compadre del presidente de México, papelero desde hace lustros, fue el participante en la licitación que propuso el precio más bajo. ¿No se supone que así deben ser las cosas?
Creo que hasta los editores de ese rotativo estarán de acuerdo en que denunciar ilegalidades que de plano no lo son está lejos de ser periodísticamente ético. Hoy en su columna en el mismo medio de comunicación, Carmen Aristegui dice que daña a la democracia que Andrés Manuel cuestione el periodismo “fifí” de Reforma. Es una fea etiqueta, sin duda, pero carajo, a veces el periódico dirigido por Juan Pardinas merece una peor.
@FedericoArreola