Por Félix Cortés Camarillo.
…tú siempre me respondes,
quizás, quizás, quizás…
Osvaldo Farrés, 1947
La memoria es traicionera.
No hace mucho, el presidente López, al apostarle a las energías en proceso de extinción, como el petróleo, anunció que en su régimen se iban a construir seis refinerías; luego nos enteramos que más bien se iba a refaccionar a las seis existentes e ineficientes. Hasta ayer, la decisión es que los machines mexicanos vamos a construir una sola, pero chingona, en Dos Bocas, Tabasco, que según Chico Ché es un edén.
Es que la memoria es cabrona.
Ya ni nos acordamos que este régimen iba a construir cien universidades en todo el país, sin tener ni puta idea en qué edificios se iban a alojar, de dónde iban a salir los planes de estudios, metodología, propedéutica y pedagogía, mucho menos de dónde iban a salir los maestros. Muy probablemente, de la sección 22 de la CNTE.
El grave riesgo de convocar a conferencias de prensa periódicas en fechas fijas implica para los políticos un riesgo mayor: el de las preguntas.
Especialmente cuando se cae en el mayor peligro de los mentirosos, que es la mala memoria. Yo nunca miento porque no me puedo acordar de la mentira que dije antes, para repetirla.
Las conferencias de prensa de los presidentes las inventó en 1913 Woodrow Wilson, en Washington. Hasta la presidencia de Truman esos conciliábulos fueron siempre off the record, de modo que los periodistas que reprodujeran lo que en esas charlas se dijo, podían ser desmentidos.
Siempre, las conferencias de prensa presidenciales tuvieron reglas inviolables.
En los Estados Unidos, el salón donde se admite a unos doscientos periodistas acreditados en la Casa Blanca tuvo reservado –desde Kennedy a Obama– el lugar central de la primera fila en las ocasionales conferencias de prensa, y el derecho a hacer la primera pregunta, para la señora Helen Thomas, de la UPI.
Aquí abro un paréntesis. La señora Thomas perdió su chamba y privilegios por haber expresado públicamente su creencia, en 2010, de que el Congreso, la Casa Blanca, Hollywood y Wall Street eran propiedad de los judíos. Teniendo o no razón o fundamento, decir eso en los Estados Unidos, o para el caso en cualquier lugar del mundo, requiere huevos.
Volviendo a nuestra versión huehuenche de las conferencias presidenciales, también hay reglas. Y filtros, y privilegiados e indeseados; además de aquellos a los que no nos interesa asistir. En el papel tropicalizado de Helen Thomas, en la primera fila está siempre –y frecuentemente hace la pregunta inicial– un señor de bigotito recortado, corbata de moño y preguntas a modo, que dice Brozo que le llaman Lord Molécula.
Las respuestas son siempre la misma cantaleta: para todo mal, el de atrás: para todo bien, nosotros, los de entonces, que ya no somos los mismos. ¿No que no, pinche Neruda?
La proliferación de los reporteros acreditados por medios de redes sociales –que yo no conozco porque no le hago a eso– y la ausencia de los medios tradicionales, mandan mensajes que no me gustan: o ya nos partieron la madre o yo estoy en el oficio equivocado.