Por Francisco Tijerina.
“Ella había perdido el arte de la conversación, pero no la capacidad de hablar”
George Bernard Shaw
Los hechos están ahí y hablan por sí mismos: a Claudia Sheinbaum le está quedando grande, muy grande, la gubernatura de la CDMX.
Uno pudiera comprender que el tema de la seguridad no es fácil de resolver y no depende sólo de voluntades o de armamento, equipo o estrategias, ya que es algo mucho más complejo, sobre todo cuando las líneas de acción a nivel nacional están modificándose radicalmente.
Uno entendería que la señora mantuviese detenida la construcción en la CDMX en la búsqueda de encontrar todos resquicios, laberintos y pasadizos construidos durante años para saltarse la ley, aunque ya ha pasado demasiado tiempo para quedarse con ese pretexto.
Lo que no se puede comprender es que Sheinbaum intente justificar su falta de resultados en la contención de una emergencia ambiental bajo el pobre argumento de que los gobiernos anteriores no le dejaron un protocolo para atender cierto tipo de contingencias.
Si de algo conoce y sabe doña Claudia es precisamente de temas de medio ambiente y en todo caso su pobre justificación termina dándole en la cabeza porque hay que recordar que ella fue, justamente, encargada del área en tiempos de AMLO como Jefe de Gobierno.
Sí, se trata de un evento inesperado que se suma a la normal contaminación de autos y empresas, son incendios forestales que se han unido y además las condiciones climatológicas, pero como dice el refrán: “a grandes males, grandes remedios” y no simples recomendaciones que no salen de lo mismo en cada contingencia.
Son su historia personal y su carrera la que están ubicando a Claudia Sheinbaum en un plano de incapacidad e impericia, de falta de oficio y visión gerencial; no es un asunto, como algunos tratan de justificar, de que busque alejarse de los reflectores para no hacerle sombra al Presidente y si así fuese la mujer sería doblemente culpable de los daños y perjuicios a la salud de millones.
Cualquier otro, incluido el Presidente, tiene por un buen tiempo a su favor el beneficio de la duda; Sheinbaum se lo ha comido de un solo bocado y le urge, en calidad de “para ahorita”, empezar a mostrar que no le quedó “grande la yegua”.