Por Francisco Tijerina.
“Una voz fuerte no
puede competir con una voz clara,
aunque ésta sea un simple murmullo”
Confucio
Simple lógica. La idea de mantener intacto el lecho del Río Santa Catarina me parece al mismo tiempo plausible y criminal.
Digna de aplauso la idea de no tocar un pulmón natural que cruza buena parte de la metrópoli, mismo que ha dado pie a la aparición de distintas especies animales.
Sin embargo y a pesar de todos los argumentos que esgrimen, debo decir que creo francamente criminal el no detenerse a pensar lo que puede pasar con una crecida de las aguas de ese río, el riesgo para las personas y los daños a la infraestructura de una ciudad que adolece de opciones viales y está congestionada la mayor parte del tiempo.
Cuestión de simple lógica.
Cuando en el plan del río existía sólo infraestructura deportiva mínima que no significaba prácticamente nada en su capacidad de conducir aguas, algunas veces se llenó hasta el borde y carcomió sus laderas. ¿Qué pasará si una buena parte de ese cauce hoy está ocupado con árboles y plantas? La respuesta es sencilla: se va a desbordar.
“¡El río es inteligente!”, dicen, pero no lo suficiente como para evitar tragedias que nos sucederán a nosotros o que kilómetros más adelante provocarán destrozos mayúsculos.
Entendamos. Los fundadores se asentaron aquí precisamente por las aguas, nosotros llegamos después del río y con él hemos vivido a lo largo de los años. Sí, requerimos de las plantas y el oxígeno, pero las plantas de ese lugar nos pueden significar gravísimos problemas.
Supongamos el peor escenario: crecida del río y con la fuerza se irán arrancando del cauce árboles, follaje y como siempre ocurre se irán arrastrando piedras y tierra, ¿qué sucederá cuando todos esos materiales encuentren un tapón en cualquier punto del río?
Ya hemos vivido y padecido los errores de no darle mantenimiento preventivo a ese río. La tozudez o nula atención de autoridades nos ha significado millones de pesos en reconstrucción y gravísimos problemas de movilidad durante largos meses.
Limpiemos el río, que se desazolve el cauce, que se conduzcan las aguas, que se eviten inundaciones, daños materiales y pérdida de vidas y plantemos arbolitos en otro lugar en donde no pongan en riesgo a nadie.