Por Félix Cortés Camarillo.
Jugando con nuestras vidas
Vendiendo al mejor postor
Sangre en la Tierra,
Fuego en el Cielo
Es el principio del fin
El Principio del Fin, Ángeles del Infierno
(¿Quién, si no?)
Si yo tuviera muchos años menos y muchos euros más, no duraría ni un segundo en invertir todo mi capital en tierras de Kalallit Nunaat, tierra de los Kalaallit: tiene futuro. Es la mayor isla que en el planeta tierra hay, dado que los geógrafos no consideran a Australia una isla.
Hace bastantes años (en el 982) ese fabuloso vikingo que se llamó Erik Thorvaldsonn, llamado Erik el Rojo, andaba huyendo a consecuencia de unas riñas de mal término, y navegó hacia el poniente y se topó con tierra helada. Aun así de helada, le bautizó en su lengua danesa como Grönland, que quiere decir tierra verde. Puesto que Erik venía huyendo de Islandia, que quiere decir tierra de hielo, y él quería convocar a nuevos colonos, se entiende la argucia: el verde, allá en el norte, es escaso.
Estoy hablando de Groenlandia. Tiene más de dos millones de kilómetros cuadrados y una población de 56 mil habitantes. Más menos, hay 26 seres humanos por cada kilómetro cuadrado. Hasta la semana pasada era un pedazo de hielo entre el Polo Norte y Canadá, y cómo ésta, parte de la comunidad bajo el mando de Isabel Segunda del Reino Unido.
La semana pasada, en sólo cuatro días, el 97 por ciento del hielo que cubría Groenlandia se derritió, según le informaron a la NASA sus satélites observadores. Casualmente, un tsunami de bloques de hielo llegó a las costas de Siberia, el extremo noreste de Rusia.
Los polos se están derritiendo, los mares están subiendo de nivel, las ciudades costeras van a desaparecer y el mundo se va a acabar. La coincidencia de todo eso y la magnitud y la rapidez del deshielo en Groenlandia asustan.
Asustan de manera especial a los que estudian la extinción del Universo como lo conocemos, sin darnos cuenta de que esa extinción ya ha comenzado.
Nuestro Universo, presumen los sabios, se ha extinguido cinco veces ya. La primera, hace unos 440 millones de años por un severo enfriamiento que acabó con las especies marinas, porque en tierra no encontró vida alguna que acabar; no había surgido aún. Unos ciento cincuenta millones de años más tarde, dicen, pasó algo similar, acabando con el 20 por ciento de las familias (tal vez miles de especies) que quedaban. Hace 245 millones de años, por causas desconocidas, la mitad de las familias vivas desapareció. Más cerca, hace 210 millones de años hubo la cuarta extinción, sin saber cuál combinación de factores le desató.
De la quinta extinción del Universo es de la que creemos que sabemos más: fue hace 65 millones de años y los mexicanos la atribuimos al impacto de un bólido espacial que se estrelló en las cercanías de Chibchulub, cerca de Progreso, Yucatán, levantando una nube fenomenal que oscureció el cielo totalmente, congeló al planeta por siglos y acabó con los dinosaurios y la mayor parte de la vida. Hay geólogos que afirman que con el impacto aéreo se combinaron movimientos tectónicos que acabaron de darnos –es un decir– en la madre.
Lo importante en este asunto es que esta sexta extinción del planeta tiene características peculiares. Primero, la destrucción del Universo no tiene causas físicas sino bióticas. En otras palabras, la causa es la acción del hombre, desde hace diez mil años con el arranque de la agricultura y luego la migración y la población del mundo.
Segundo, y más importante, esta nueva extinción es la primera de que sus causantes y víctimas estamos conscientes. Tercero, es la única extinción ante la que tenemos todavía la posibilidad, si lo decidimos, de contener.
Tomo datos de ActionBioscience: Se calcula que hace diez mil años había en la Tierra entre uno y diez millones de personas. Ahora hay seis mil millones de seres humanos, creciendo en forma logarítmica. Para dentro de dos años, seremos ocho mil millones de bocas.
Se presume que existe un límite superior a la capacidad de carga de humanos sobre la tierra (de la cantidad de gente que la agricultura puede sostener) y este número se estima entre 13 mil y quince mil millones. Si los gobernantes detuviesen el sobrecalentamiento de la tierra, optando entre otras cosas por combustibles no fósiles, pudiésemos comenzar una operación rescate de la Humanidad. No apostaría a la salvación.
Dicen los sabios que nuestra opción es continuar hacia nuestro exterminio o darnos cuenta del problema y cambiar nuestra actitud hacia nuestro entorno.
Los milagros son bellos cuentos del mejor libro jamás escrito.