Por Félix Cortés Camarillo.
Tengo la impresión de que las primeras revelaciones del doctor Carlos Urzúa sobre su breve paso por la administración López Obrador, que fueron reveladas antes por su exjefe, el presidente de la República, serán corregidas y aumentadas en lapso breve. Para nadie es una novedad que Urzúa no hacía buenas migas con Alfonso Romo o su paisana Ríos Farjat, con Manuel Bartlett… O con el mismo Presidente: ya lo había expuesto López Obrador, aunque se guardó el tema de las simpatías de ultraderecha de Romo, que incluyen a Pinochet y el padre Maciel.
De lo que no tengo ninguna duda es que la fisura que la salida de Urzúa de tan importante cargo es sobre todo el principal testimonio de la agresiva lucha interna dentro del gobierno de la cuarta república; no se puede hablar de lo que pasa dentro de Morena como partido político porque eso como tal no existe. Morena no es más que un remedo revisado y reeditado del PRI tradicional: una agencia de colocaciones, un instrumento para la administración del poder y la asignación de cuotas.
Sin ir más lejos, el fin de semana que acaba de pasar dos aspirantes a la dirigencia estatal de Morena en Nuevo León, en donde es una entelequia que no tiene ninguna presencia real ni legiones de militancia, se dieron de empujones y casi bofetadas porque uno es parte de la pandilla de Yeidckol Polevnsky y el otro es pandillero de Ricardo Monreal. Solamente dos de los grupos que aspiran a algo que no saben es totalmente imposible: manipular al presidente.
El fenómeno no es nuevo: lo inventó el PRI de las pandillas heredadas de eso que llamamos Revolución y que no fue más que una serie de sucesivas traiciones, no carentes de ejecuciones sumarias y espectaculares. Creo que la defenestración del superdelegado del presidente en Jalisco, Carlos Lomelí, es parte de este esquema. Otros personajes en posición semejante podrían seguir, dependiendo a la pandilla a la que estén afiliados.
Hay mucho más que cuatro caminos en esta encrucijada. Los que consideran que son más vivos que el presidente, están seduciendo ovejas por la senda que ellos han escogido.
Se van a llevar varias sorpresas.
PILÓN.- La masiva redada de indocumentados que ha presumido por semanas el presidente Trump y que debió iniciar ayer domingo, comenzó en realidad diez días antes. El asunto es que esa razzia no iba –como nos quiso hacer creer el pelipintado– en contra de todos los indocumentados en los Estados Unidos. Por una simple razón: no pude expulsarlos. Para ser expulsado de los Estados Unidos como “ilegal” cada individuo tiene que ser sometido a un juicio de migración. Cuando el juez emite una sentencia de expulsión, nuestros paisanos simplemente se van y se ocultan. Los agentes de la ICE, policía migratoria, solamente pueden expulsar a los que ya tienen sentencia de expulsión. Los alcaldes y gobernadores de las ciudades y estados llamados santuario no van a dejar que se viole así su muy norteamericana ley.
Pero el señor Trump ya nos asustó a todos los que estamos de este lado del río.