Por Eloy Garza González.
El gobierno de AMLO es una democracia clientelar. Y cada día qué pasa está dejando de ser una democracia porque es más clientelar. AMLO quiere quedar bien con los sectores sociales medios y bajos, a quienes clasifica como clientes. Gasta en subsidios ilegales y compensa lo poco que recauda con los ingresos de PEMEX. Así cree AMLO que deja a todos contentos. “Papá gobierno me asiste y sólo estiro la mano”.
Pero cumplir esta política clientelar, AMLO cuenta aún con los ingresos derivados del petróleo (casi 40% de aportación al gobierno federal). Sin embargo, AMLO quiere meterle más dinero público y sacar el capital privado de la paraestatal. Así no se puede. Además, en realidad el gobierno federal gasta poco en seguridad pública, social y en educación. Esa es la triste verdad. A esos rubros apenas destinamos 26% de nuestro PIB, frente a 45% de la mayoría de los países con economías tan grandes como la nuestra.
Entonces: ¿a dónde va a parar la mayoría de este dinero? A la política clientelar. Así de simple. Los sectores económicos se quejan del gobierno, pero todos quieren mamar de su ubre. Y otros sectores denuncian al Estado porque no funciona ni es eficaz, pero en el fondo son los mismos que se quejan porque el Estado no les da.
Aunque el crecimiento de nuestra economía ha sido muy mediocre, vivimos una zona de confort. Y los pronósticos para el futuro inmediato han dejado de ser alentadores. Encima, siguen los alarmantes niveles de inseguridad pública.
Con este desbalance económico, AMLO tendrá menos margen para cumplir sus subsidios clientelares y entenderemos por qué la nuestra es una democracia lánguida, frágil, sostenida con alfileres. “Ahora reclamo, y sigo estirando la mano”. Pensemos en cómo resolver este nudo gordiano a donde nos llevaron tantos sexenios de democracia clientelar. Que, hasta ahora, en los hechos, AMLO pretende reforzar.
@eloygarza